jueves, 12 de enero de 2012

PROCESOS FUGACES DE LA MEMORIA: De la magdalena de Proust al gol de Maradona

Son muchas las facetas de la vida en las que nos falta información sobre lo que ocurre entre un proceso y su resultado. Sabemos un poco en qué consiste el fenómeno e identificamos con facilidad lo que es su consecuencia. Lo que se encuentra in media opus es casi siempre un enigma. Es decir, sabemos que existe un acto que deriva en otro hecho, pero ignoramos el mecanismo del acto. Desconocemos de qué manera ocurre lo que ocurre, nuestra manera de entender el mundo es un cúmulo de convenciones que vomitamos sin criterio. Nos hemos aprendido un sinfín de relaciones causa-efecto como si no existiera nada más. Esta semana me ha ocurrido un problema cuando al instalar la PlayStation 2 que me acababa de dar un buen amigo (sí, soy pobre) no lograba que se viera en mi televisor. Así las cosas, me vi hablando de soluciones con el Euroconector y demás cables de los que no tengo ni remota idea, pero que sabía que me salvarían del apuro. Es una cultura de Trivial Pursuit: tenemos las respuestas pero no podemos justificarlas. Al fin y al cabo, es algo tan propio de un Mundo tan pedante y superficial, en el que ahora se busca ser trending topic durante un puñado de horas. Es muy cómoda esa posición en la que puedes decir 'Capital de Ecuador, Quito', 'el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos' o 'Caminante, se hace camino al andar es un poema de Machado'. Se puede alardear muy bien desde ahí, pero el problema es que se encasilla nuestra capacidad de conocimiento.

Para predicar con el ejemplo, me puse manos a la obra con un tema sobre el que llevaba tiempo pensando y que pretendía intentar conocer más en profundidad. Me estoy refiriendo a la memoria. Aunque nunca he hecho ningún test para comprobar mi nivel, creo que tengo una gran capacidad de recordar, mayor que la media. Sin embargo siempre he pensado que la memoria es algo muy relativo a la importancia de lo recordado. Por eso recuerdo nítidamente tantos goles de Raúl en el Madrid y olvido con facilidad los problemas de pareja que tiene esa amiga de la chica con la que me estoy intentando acostar. Evidentemente uno piensa a menudo en lo que más valora, de ahí que tendamos a recordar lo más notable para cada uno. Por otro lado, reconozco que la memoria a corto plazo que tengo es más limitada que la de largo plazo: me asombro tanto por lo rápido que se me escapan cosas que aún estoy haciendo como por lo fiel de la imagen que guardo de lo que me ocurrió mucho tiempo atrás. Por eso intuyo que la voluntad debe ser importante para memorizar en condiciones. De hecho, en varios libros sobre memoria que he estado consultando se habla de ejercicios para potenciar tal capacidad, similares a los Brain Training. Aunque no pretendo ir precisamente por ahí en mi modesta investigación.

Tengo que avisar que mis conocimientos previos sobre el tema son prácticamente nulos. Además mi campo de estudios universitarios es la filología y lo que estoy revisando aquí pertenece -supongo- a dos disciplinas alejadísimas de la mía como son la neurociencia y la psicología. Mi intención no es hacer un análisis científico sobre la memoria, porque para algo existen los concienzudos trabajos de los expertos en la materia. Yo no soy hombre de ciencia, pero igualmente he tenido que recurrir a una base teórica para llegar a algunas conclusiones.

Para empezar, conviene definir qué es eso de la memoria. En Wikipedia se considera ''una función del cerebro y, a la vez, un fenómeno de la mente que permite codificar, almacenar y recuperar información”. Rebuscando un poco más, encontré en 'Conocimiento y dominio de la memoria', de Paul Chauchard, la definición como ''la posibilidad psicológica que tenemos de poder evocar voluntariamente un pasado que no se ha perdido u olvidado del todo''. Ahí me frené en seco. ¿Cómo que 'voluntariamente'? Esta definición es peligrosa, porque está afirmando que recordar es un proceso totalmente racional y que por lo tanto, se puede dominar siempre. Es obvio que a menudo hacemos un esfuerzo por traer al presente algo anterior, pero a la segunda definición se le escapa lo que la primera deja intuir con lo de 'fenómeno de la mente', que la memoria también ocurre como algo involuntario. ¿Cuántas veces habremos recordado algo que no guarda relación alguna con lo que estamos haciendo o pensando? No sabemos el porqué de tal aparición. Eso es lo que me falta por resolver.

Sobre la memoria como proceso mental supe hace un tiempo que no se sitúa en una sola parte del cerebro. Conocí el experimento que se hizo con un reptil, al que hicieron una trepanación, cortaron el cerebro en porciones que desordenaron como un Croupier con la baraja de cartas e incluso extrajeron del cráneo del animal. A pesar de ello, el reptil conseguía recordar el camino a seguir aunque cada vez con más dificultad. Parece ser que la memoria se reparte por zonas especializadas: en una parte están los recuerdos de infancia, en otra se alojan los del aprendizaje, etc. Los estudios sobre el cerebro humano indican que tenemos 100.000 millones de neuronas y 100 billones de interconexiones entre ellas. Por eso, se calcula que podemos llegar a recordar 10 billones de páginas de enciclopedia. Ahí es donde interviene el aprendizaje, porque es asumiendo un hecho que se introduce entre todos esos datos.

Las nociones de memoria y aprendizaje van muy ligadas en realidad, por lo que a menudo el estudio de una va unido al de la otra. Se ha comprobado que cuánto más se estudia algo, más se retiene en la mente. Lo que, párrafos atrás, era una simple suposición mía, resulta ser cierto. El cerebro detecta mayor o menor interés en función de la cantidad de veces que se repite la información. Así que la reiteración es fundamental en la evocación de hechos. En realidad, pienso que descubrí ese lance hace unos años tras leer la Rima VII de Gustavo Adolfo Bécquer. El poema dice así:

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
Veíase el arpa
¡Cuanta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sepa arrancarlas!
¡Ay!- pensé- cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro espera
que le digan: "Levántate y Anda"

Como todos los grandes poemas, este de Bécquer tiene un sinfín de lecturas. Personalmente me pareció una descripción brillante del proceso creativo. Primero se recuerda una imagen, luego se reflexiona sobre ella y finalmente se trabaja esa idea. El poeta sevillano daba así una gran importancia a la memoria y a la reincidencia cuando se trata de aprender algo. Aprender y sobre todo, aprehender (hacer propio), porque hasta que no se asume algo como inherente a uno mismo, no se puede dominar con total naturalidad.

Pensando sobre ello, encontré un ejemplo de aprehensión a través de la memoria mucho más contundente y de amplia tradición en el arte, la archiconocida Magdalena de Proust, perteneciente a Por el camino de Swann, el primer libro de su ópera magna En busca del tiempo perdido. Ya lo deben conocer ustedes: en el célebre fragmento el narrador rememora momentos de su infancia al comer una magdalena con una taza de té. El recuerdo se produce porque el personaje asocia la textura, el sabor y el aroma con ese mismo estímulo que vivió años atrás en los viajes a casa de su tía.

En realidad eso tuvo que ocurrir por la constante presencia de ese recuerdo en la vida del narrador. Seguro que el joven Proust recordaba a menudo esas estancias en casa de su tía. Seguramente le encantaban esas épocas en familia. La nostalgia que debía de sentir por sus visitas de vacaciones le hacía contener esos momentos con mucha más consistencia que cualquier otro recuerdo. Por eso le resulta tan fácil rememorar el olor de la magdalena con tila. Pero además, el hecho de haber pensado tantas veces en aquello impulsa al narrador a sacar todo aquello a flote con mayor facilidad. De esa forma, sorprende no tanto el recuerdo como la precisión en los detalles. Pero lo más increíble me sigue pareciendo que todo ese recuerdo se produzca a partir de un estímulo sensorial, el olor de magdalena, muy presente en la vida de Proust.

          Este ejemplo me hizo considerar la posibilidad de que la memoria también consista en un impulso nervioso. La repetición, incluso la semejanza, de un suceso empírico activaría nuevamente los sentidos que se vieron afectados la primera vez. De ese nuevo despertar sensorial surge el recuerdo, aunque para ello es conveniente que la primera experiencia haya suscitado reflexión. La mayor posible. El fogonazo que desata esa evocación tan precisa es un impulso nervioso que genera una reacción a la que el cuerpo guarda una cierta costumbre. En el caso de la novela de Proust, esa sensación implicaba el nítido recuerdo del contexto del que venía acompañada.

Sin embargo, el caso más exagerado no lo encontré en el arte, que vive tanto entre esas dos aguas que son el pensar y el sentir. El paradigma me pareció el gol de Diego Armando Maradona a Inglaterra en el Mundial de México en 1986. Ese tanto es, por unanimidad, el mejor de la historia del deporte rey. Aunque nunca he corroborado esa opinión, debo reconocer que ese tanto me parece, sin lugar a dudas, el más proustiano de la historia del fútbol. Con mayor o menor precisión la mayoría recordará ese gol, en el que el Pelusa recogió el balón de espaldas a portería, en el centro del campo, dio media vuelta y encaró a todos los defensas que salían a su paso, hasta llegar al portero, regatearle y anotar.

          Lo que la mayoría no sabe es que aquel tanto empezó a gestarse seis años antes, en un amistoso, también contra Inglaterra, en el que los albicelestes perdieron por 3-1. Ese partido fue la primera gran aparición de Maradona en Europa, nada más y nada menos que en Wembley. En un lance del juego, el 10 recibió un pase en tres cuartos de cancha, rotó sobre sí mismo y encaró a tres defensas ingleses para cruzar el balón raso con la puntera frente a la salida del portero. El disparo salió rozando el poste. Parece ser que después del partido Maradona recibió una llamada de su hermano diciendo que debería haber regateado el portero. Teniendo en cuenta lo que suponían los partidos entre ambas selecciones, estoy seguro de que Diego pensó a menudo en aquello. Cuenta Jorge Valdano que después del partido del Mundial, Maradona le dijo que había rememorado el error del 80. Que justo después de sortear al último defensa inglés, recordó que debería hacer lo propio con el portero.

          Parece mentira que, a 140 pulsaciones, totalmente concentrado en el juego, alguien pueda recordar un suceso de seis años atrás. En tal situación uno no piensa que el recuerdo sea un acto voluntario de la mente. Ese recuerdo tan oportuno fue algo súbito, como un acto reflejo. No se debe a un esfuerzo por reconstruir la jugada en ese instante, sino que parece un impulso nervioso, como el frío, el hambre o el dolor. De hecho, la relación corporal entre ambas acciones es evidente: el argentino se encuentra prácticamente en la misma posición del área cuando se dispone a ejecutar la última acción. Los defensas están todos detrás de él y el portero sale en busca del atacante cubriendo principalmente el primer poste. Lo que ocurrió al final fue un gesto automático. El recuerdo fue un fogonazo que parece tener poco de racional. Sin embargo, esta historia es lo que demuestra que Diego vivía tan solo por y para el fútbol. Nunca habría sido posible esa jugada si él no hubiera pensado tantas veces en el primer error. Aquel momento en que Diego gira el cuerpo para golpear con la puntera quedó grabado en la mente del astro argentino. De esas incesantes reflexiones salió el mecanismo fugaz que desembocó en uno de los tantos más gloriosos de la historia del fútbol.

          Para terminar sólo añadiré que, como dije al principio, mi intención inicial era comprender mejor en qué consiste el curioso fenómeno de la memoria. Tras lo visto puedo decir que lo he logrado, aunque no todo ha sido tan satisfactorio. Me explico. En todo estudio más o menos serio se parte de una hipótesis que se pretende confirmar. Mi sospecha era que la memoria es algo casi exclusivo del sistema nervioso. Evidentemente he fallado. La consistencia de los pensamientos acerca de un tema lo convierten en algo mucho más duradero cuando se trata de recordarlo. Y con lo que me ha costado llegar a esa conclusión, puedo asegurarles que no lo olvidaré fácilmente.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Mis placeres ocultos: 'Una selva de ambiente stéreo'

          ¡Nueva sección! Aunque no tengo la asiduidad que desearía publicando artículos, debo reconocer que me está gustando esto del blog. Por eso he decidido reunir textos que tengan un motivo común, mucho más acorde con la intención inicial de Mi Cara B, sacar mi lado más escondido. Eso no significa que vaya a dejar de publicar reflexiones como los que hacía hasta ahora. La convivencia será posible, lo prometo.

          Como decía, al crear este blog pretendía explicar (y comprender) asuntos, preocupaciones o influencias que me definen en realidad y que me distinguen del resto. La diferencia que puedo tener con los demás en según qué intereses es tan grande que intuyo que soy el único que los tiene. De esa forma surge la capacidad que tengo de darme cuenta de hechos que los demás no logran entender. Es algo normal. No es que yo sea más inteligente, sino que, por ejemplo, al haber seguido un camino distinto, puedo asimilar algo que sea próximo a las rutas secundarias que decidí elegir. Si puedo fijarme en los detalles de la redacción textual es porque escogí la senda de la literatura. Y al revés, como no tengo ni idea de coches, cuando estoy en una conversación sobre motor opto por retirarme sigilosamente. Así las cosas, teniendo una serie de inquietudes bastante insólitas puedo descubrir el encanto de cosas muy singulares. El problema de las carreteras secundarias es que te llevan al monte y no a Benidorm, por eso algunos de mis gozos acabando siendo algo exclusivo y privado.

          A todos esas cosas con las que disfruto de ese modo les dedico esta sección, Mis Placeres Ocultos, a modo de homenaje. Después de lo que me han aportado, es necesario hacer justicia con algo que se ha convertido en objeto de culto para mí.

          Para inaugurar este espacio, hablaré del grupo de rap onubense Punto Final, uno de los decanos del rap español, con una larga trayectoria pero que ha presentado pocas publicaciones hasta el momento. El grupo, como tantos otros, se inició como una banda de breakdance, pero más adelante surgió la idea de dedicarse al rap. Paralelamente la banda mantuvo el espíritu b-boy desdoblándose en dos proyectos alternativos: N-efecto, a través del cual presentaron el EP B-boys, un disco de electro-funk que remite a aquellos maravillosos ochenta incluso a los que no estuvieron allí. El otro es Flan de funk, del que no constan álbumes pero sí algunos temas y remixes, como en la edición de remezclas de Raggaflá de La Puta Opepé. Pese a todo donde tuvo más constancia fue como grupo de rap, con la publicación de la maqueta Toma Conciencia en 1995, el maxi-single A la sombra del bloque con el que se dio a conocer en 2001. Le siguió su único álbum completo, Una selva de ambiente stereo (2003). Tras un parón de tres años, aparecieron con otro maxi 'Savia bruta', el disco de remezclas 'PFRMX07' y la demo de presentación de lo que se avecina 'DEMO09'.

          Conocí a los de Huelva en 2002, cuando cayó en mis manos el recopilatorio 'Hip-hop en español vol.1', en el que figuraba su canción A la sombra del bloque. Me fascinó enseguida. Una instrumental que me pareció totalmente novedosa, con cambios constantes de ritmo. Unos textos que aun guardando algo de egotrip no parecían serlo porque hablaban de algo distinto. Alejado del chuleo pero no de la frescura, la manera que tenían de intercalarse los emcees daba una vitalidad añadida al ritmo, evocando a los clásicos Beastie Boys. Aquello me dejó a cuadros y como a mis catorce años aún me era bastante difícil adquirir discos tuve que quedarme con esa única referencia durante un buen tiempo.



          Un año más tarde, preciso, a finales de octubre del 2003, me había montado en el bus para ir a Girona ciudad, comprar unos cuantos sprays, una sudadera Puma a la que hacía tiempo que le había echado el ojo y darme un paseo para ver las novedades del Graffiti local. Cuando llegué a la tienda (la malograda Flashback) me puse a ver si encontraba discos recién salidos del horno. Y ahí apareció, detrás de una fila de 6 o 7 álbumes, una caja de plástico con una fotografía de un puñado de techos con sus antenas en portada. Leo el nombre del disco y dice 'Punto Final: Una selva de ambiente stereo'. Me dije ''hostias!, los del tema de la sombra del bloque'' y decidí comprarme el disco. Pasé de la pintura, porque temía perderme la sudadera en su talla ideal, aunque a los 3 meses me había encogido y parecía un pobre cani cuando me la enfundaba. Si lo de la ropa fue una putada, lo del disco me salió de perlas. Recuerdo que el tendero, Sarmiento, que ahora publicará disco de reggae (¡cómo pasa el tiempo!), flipó que con mis 16 años apenas cumplidos me decidiera por algo tan 'difícil'. Le dije que me gustaron en el temita aquel y me dijo que aquello era mejor. Y lo fue.

          Llegué a casa y encendí la cadena. Tenía que catar ese nuevo premio. Recuerdo que la intro del disco fue algo que no logré asimilar. El ruido de polvo de la aguja del vinilo durante minuto y medio. Menuda locura era eso. ¿Qué le pasaba al disco? ¿Me lo habían vendido rallado? Me apresuré a pasar al siguiente corte y lo que vino después de eso fue otro cantar -nunca mejor dicho-. Llego 'La mejor media hora de mi vida' con una entrada de un ritmo taladreante que se alargaba durante un minuto y que todavía hoy me sigue haciendo esperar con ansia que salgan los emcees. Como en un concierto, pero a miles de kilómetros de distancia. Sus rapeos volvían a ser igual de frescos, pero se adaptan sobre ritmos bastante distintos entre sí. Los textos han cogido forma y profundidad, sosteniendo un discurso mucho más sólido y elaborado respecto a la referencia anterior. En este tema se intuye además cierta influencia del rock, pero mucho más experimental. Aunque para experimental el siguiente tema: Acción antrópica, que repetía la fórmula inicial de la espera, pero que recuperaba la alternancia de los emcees, recurso habitual del grupo y que uno agradece, acostumbrado a los párrafos de minuto y medio tan difíciles de digerir. La canción queda envuelta en un sinfín de instrumentos y cambios de ritmo. A eso hay que unir la feroz crítica al maltrato ambiental por parte de gobiernos y organizaciones no lucrativas (pese a representar lo contrario).


          'El tiempo en marcha' es la siguiente canción, que paradójicamente, viene a frenar un poco el ritmo trepidante con el que arranca el disco. El sonido pasa a ser algo mucho más sugerente y sensual, como si fuera “el ritmo de un cha-cha-cha” que diría Paco, el único MC que interviene en este corte. Aunque a simple vista puede parecer una canción minimalista, si uno agudiza el oído se da cuenta de lo lograda que está la batería del ritmo (uno de los aspectos que más mima el grupo) y de la cantidad de instrumentos que se van dando cita a lo largo de estos cuatro minutos -de los setenta y pico minutos, en realidad-. Tras oír este tema, te puedes dar cuenta de que no estás ante el típico continuum de instrumentales con bombo, caja y melodía. Aquí hay un concienzudo trabajo musical. Y textual, porque a estas alturas parece muy difícil no hacer un disco de rap sin caer en los tópicos líricos del género. Tras ese fogonazo inicial, aparece el clásico skit del compacto, en el que Punto Final reúne varias grabaciones de las canciones de su maqueta Toma Conciencia (1995) en la misma calidad sonora que debía tener en realidad la cinta original, dando constancia de que no sólo el Recreativo es un decano nacional que viene de Huelva, ¡con un par!

          Al hilo de ese skit, tenemos 'PF crew', que es el clásico canto nostálgico a los viejos tiempos que tantas veces se ha hecho en el rap español. Si bien normalmente suelen recaer en los mediados de los noventa y aquí lo hace en 1988, cuando se formó la banda. Además, el hecho de llamarse 'crew' implica bastante más que una dedicación al rap, porque ese nombre es el que utilizan los grupos de Graffiti o Breakdance, muy presentes en los inicios de los onubenses. Para diferenciarse más aún de ese concepto tópico, el ritmo sigue la estela del corte anterior con ese carácter más bien melódico pero que esta vez evocaba a los coros que se hacían en los parques para que los breakers siguieran un compás. Las flautas le aportan un aire mucho más simpático al tema, huyendo de lo rudo que puede hacerse a menudo lo sintético. Los tres raperos vuelven a alternarse en el micrófono, como si fueran b-boys ejectuando sus movimientos uno tras otro. Pero ese formato desaparecerá en el séptimo track 'Superego', un verdadero desahogo para cada uno de ellos, que les permite atacar al micrófono durante un minuto. Aunque, sinceramente, no me queda muy claro de qué trata la canción, uno parece asistir a una verdadera terapia frente al papel, una redención a través de las palabras. Por eso se produce una pausa entre los fragmentos, para poder coger aire y prepararse para lo que viene. De esta forma se explica que la estructura de los textos es simétrica en los tres casos: se entra con calma pero progresivamente las palabras se van envolviendo en rabia. Los múltiples cambios del ritmo que se producen señalan mucho más el paso de una actitud a otra. Aunque, a decir verdad, el ritmo ya se había cambiado de inicio. El formato de la base es inusual, porque carece de golpes de caja, excepto en el tramo final del rapeo de Paco. Como cuentan ellos mismos en los tracks que han subido a YouTube -un hecho cuanto menos curioso-, la colaboración en el contrabajo la hace el Sr. Sombra, que se marca unos solos entre fragmentos.

          A continuación nos encontramos con 'Hijos de padres...', el temazo en solitario que se marca Pepe Toscano. Esta vez la entrada del texto es inmediata, con la única compañía de una melodía elegante con la que se evoca al pasado. Tras los primeros versos, entra la batería con el toque pegadizo tan de costumbre en el grupo, ideal para la exhibición de flow del emcee, que se adapta al tempo y sus cambios a distintas velocidades. La canción trata de nuevo acerca del pasado pero desde una visión mucho más íntima, centrándose más en la superación personal y la adaptación al medio, aunque reivindicando precisamente eso, que nadie le ha regalado nada y bien orgulloso que se siente de ello. Pero para muestra de orgullo, la obra maestra del disco, 'El espejo', seguramente su pieza más singular. La canción fue realizada con la colaboración de N-fecto, es decir, ellos mismos, que cuando no lo sabes te parece algo muy logrado, pero si te enteras de quién se trata, valoras muchísimo más el trabajo, aunque sigue sonando a burla lo de colaborar con ellos mismos. 'El espejo' en el que el oyente se mira es un auténtico tema de los de antes: rapeos sobre un ritmo electro-funk, nuevamente con la alternancia en el micrófono y las palmas bien marcadas, al igual que esos coros de parque de 'PF crew', de los que la banda aún no quiere salir. Este track representa la esencia del disco, que se mantiene fiel al pasado pero avanzadísimo a su tiempo.


          Tras esa sacudida para los Breakdancers, llega 'Esel', un tema mucho más íntimo, en el que sólo rapea Peláez, yendo más allá de lo que pretendía 'Superego': a mi entender, la ambigüedad del texto habla principalmente sobre cómo escudarse en el Hip-hop para liberarse uno mismo, que como deja claro un track así, no es poco. A su vez, asumiendo lo que hizo, se puede reconocer en el presente. Al sugerente ritmo de Davo que evoca a los redobles de tambores de guerra, hay que añadir los increíbles scratches de Spínola, que como descubre el propio grupo, se hicieron con un pedal multifunción de guitarra conectado a los giradiscos para generar ese efecto wah-wah. Después de una innovación así, sólo podía venir el acabóse. El track número 11, 'Andalusito', es el que cuenta con un mayor número de colaboraciones, que tras lo visto en los diez temas anteriores, no podía deparar algo normalito. Si bien sólo rapea Pepe Toscano, cuenta con otra presencia vocal, Manué Amaya, que tiene ese papel de 'cantaor' tan arraigado al sur. Lo que se produce en esta canción es algo curioso: por un lado, se trata de una reivindicación de la grandeza de Andalucía, de la que ellos también forman parte, aportando su granito de arena. Por otro lado, casi parece una paradoja que algo tan alejado de la música tradicionalmente andaluza pueda incluir constantes referencias del arte sureño e incluso, considerarse como tal. Es una forma de decir que se sienten orgullosos de la cultura andaluza y sí, pretenden ser parte de ella, pero a su manera. La singularidad se extiende al tipo de compás, de 6/8 (escaso en canciones de rap) y a las colaboraciones, en que Sombra sigue con esos finos acompañamientos de guitarra y bajo, los scratches y el taconeo son del primer dj que tuvo el grupo, LaloMalo. Hasta Pepe hizo una aportación con el cajón, para cerrar el elenco de participantes, que deja claro que el sur trabaja bien en equipo.

        A continuación llega 'Tal y cual', un tema en el que la alternancia de los emcees se convierte en una conversación entre colegas que se reúnen en el bar para contarse sus rutinas. Como suele ocurrir en este tipo de situaciones, las intervenciones son breves y se enlazan una tras otra. Por eso mismo, cada uno de ellos suelta una sola frase, de un verso o dos, y da paso al siguiente. La batería del ritmo vuelve a ser fantástica, acompañada de los -para nada clásicos- scratches y como a lo largo del disco, no hay estribillo. Para terminar, Punto Final lleva a cabo parte de lo que predica en algunos de los temas del álbum. Los onubenses echan la vista atrás para agradecer y homenajear aquello que les dio el espaldarazo definitivo en su carrera, el estupendo 'A la sombra del bloque' al que me referí al principio. Este disco supone para el grupo una voluntad de ir mucho más allá en lo que viene siendo el rap. Sin embargo, esa evolución también la quieren aplicar a ellos mismos, por eso reeditan su clásico, que era algo un poco más convencional, para pasarlo por el nuevo filtro de su selva de ambiente stereo. Se lo montan tan bien con la colaboración que se permiten hacer la diferencia entre el típico remix y la aportación de algo nuevo, que en este caso es la participación del Sr. Sombra, como se indica en el título, 'El Sombra en el bloque'. Una vez el grupo se reafirma pero a la vez ironiza sobre su pasado, concluye el álbum con el skit 'Eclipse', un puñado de ruidos raros como los de la intro y como los que ha sabido mezclar tan bien en los 13 cortes anteriores.

         He ahí pues el análisis estilístico de 'Una selva de ambiente stereo'. Ahora quizás deba hablar de lo que significa para mí. Lo compré con 16 años y aquello fue un verdadero fogonazo en el que vi algo inimaginable. Sigo sin saber cómo pero creo que crecí de golpe al escucharlo. Lo hice musicalmente, sí. Aunque también crecí yo mismo, porque al fin y al cabo, uno crece en relación a las experiencias artísticas que va pasando. A menudo la gente cuando recuerda una época lo hace diciendo cosas como ''yo en 2005 escuchaba punk''. Pues yo en 2003 escuchaba Punto Final y mira si son buenos que en 2011 aún van sonando en mi coche. Es curioso pero ponerme el CD es volver al 2003 y mirar hacia el futuro al mismo tiempo. Seguramente es un álbum totalmente avanzado a sus días y que se conserva como impropio de una tendencia, por eso cuesta situarlo en algún año. Del mismo modo, esa manera tan meditada de crear música y el hecho de desmarcarse tanto de lo establecido supusieron un cambio de chip para mí, que me llevó a seguir por la línea que llevaba y seguir ''contando lo que nadie tiene en cuenta'', como Punto Final.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Futbolistas, la diana perfecta

           Siempre me ha llamado la atención la figura del 'cabeza de turco'. Crear una historia que convierta en culpable a alguien que pasaba por allí, para que sea motivo de bochorno e indignación para todos los demás. Al sujeto en cuestión lo que espera es algo así como 'el minuto de odio' de 1984, la novela de Orwell. No hace falta ir a ese futuro apocalíptico del relato para encontrar personajes que se ven sometidos a eso. En los informativos vemos constantes noticias parecidas a la de la madre que inyectaba votox a su hija pequeña o la del joven que murió tras masturbarse 42 veces. Esas noticias son las que provocan reacciones como "el mundo está fatal", "la gente se vuelve loca". Les doy la razón, el planeta está perdiendo el norte. Antes no se emitían barbaridades así. Mejor dicho, antes no se inventaban paparruchas de esta índole, probablemente falsas e imposibles de verificar. No me sorprende que esas noticias sean las más comentadas, porque lo demás no tiene interés alguno. Si se muestra a un culpable, la gente clamará venganza con antorchas, piedras y crucifijos. Aunque quizás el crimen no va con ellos. Y las verdaderas atrocidades quedarán escondidas en un segundo plano.

           Tras las huelgas de futbolistas que se han producido en Italia y España, esa es la idea que se ha instalado en mi cabeza. Especialmente por la del país transalpino. Mientras aquí la huelga se debía a la acumulación de futbolistas que no cobraban su sueldo desde hacía meses y el amparo creado para los clubes morosos conocido como Ley Concursal, en Italia el asunto era más complejo y seguramente no tan noble: el gobierno de Berlusconi planea establecer un impuesto de solidaridad con el que las rentas superiores a 90.000 euros deberán pagar un 5% adicional y las que superen los 150.000, abonarían el 10%. El futbolista profesional italiano difícilmente tendrá un sueldo inferior al mencionado, así que tratándose de algo que afecta a todo el gremio, los 'calciatori' decidieron agarrarse a su derecho de huelga. El aluvión de críticas no se hizo esperar. Que si no deben pasar el mes con un sueldo de 1.000 euros, que si no se levantan a las seis de la mañana para ir al trabajo, que si viven demasiado de lujo para permitirse una protesta así cuando la situación del país es tan crítica. Lo de siempre, vaya.

           Es muy fácil apuntar al rico que te aparece en televisión cuando las cosas no van bien. Uno se puede quedar bien a gusto señalando al que tiene un empleo mucho menos duro y tan bien remunerado. Sí, el futbolista profesional cobra mucho. El de élite, probablemente demasiado. Estoy de acuerdo con aquellos que opinan que con la tremenda crisis que vivimos o la cantidad de pobres que hay en el planeta, es una atrocidad que unos cuantos ganen tanto por 'tan poco'. Aunque hay que precisar dos cosas. La primera es que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Esa gente que se indigna con los sueldos de los jugadores olvida que no se trata del jornal de un político o cualquier otro funcionario. Lo que cobra un futbolista es dinero privado, proviene de una determinada empresa -el club para el que juega-. Lo que ganan los diputados sí proviene de las arcas del Estado. Es dinero público, por lo que les pagamos entre todos. A un futbolista le paga una empresa privada, que como tal, tiene derecho a invertir su dinero como le plazca, sin saltarse leyes ni contratos. Por eso es injusto que alguien proteste por el sueldo de un futbolista escudándose en las desigualdades del Mundo.

          La segunda es que el objetivo de las críticas es como siempre lo más mediático, la cabeza más visible. Ahí es donde uno señala a Cristiano Ronaldo, Messi, Agüero o Kaká. Muchos deben creer que por jugar a fútbol en un club grande se ganan por lo menos 10 millones netos al año. Pero nadie parece darse cuenta de que este selecto grupo de multimillonarios son sólo la punta del iceberg. Y esa es precisamente la imagen, porque la distribución de las ganancias es algo más bien piramidal. En función del equipo en el que juegue y del rol que ocupe en él, el deportista ganará más o menos dinero, porque además de sus logros, le llegarán los ingresos por publicidad. Aunque el camino hasta llegar al Olimpo nunca es fácil: Desde niño, el futbolista ha debido entrenar cinco días a la semana para poder ganarse el puesto para jugar el sábado. A esa constancia infatigable que parte su infancia por la mitad, hay que sumar el desarrollo técnico y táctico que se les va exigiendo, la exigencia incesante de los resultados y el criterio necesario para tomar las decisiones acertadas acerca de los traspasos y contratos en una edad poco apropiada para hacerlo. O lo que es lo mismo, el futbolista se lo tiene que ganar desde muy pronto.

           Pese a esos requisitos de tan larga duración, la mayoría seguirá creyendo que la profesión es demasiado grata, porque se trata de un trabajo más leve y mucho mejor recompensado que el de los demás. Pero otra diferencia con un empleo normal es el hecho de que todo el mundo sepa cuanto ingresa el futbolista a final de mes. Personalmente, me molesta muchísimo que me pregunten lo que gano -cuando trabajo-, es algo muy indiscreto. Pues el caso del futbolista es incluso peor, porque no sólo se publica su paga, sino que parece que el público tiene la obligación de saberla. Todo eso cuando, repito, no son trabajadores del Estado. Es decir, el respetable sabe algo que no debería saber. Pero ignora algo que sí debería conocer sobre los sueldos de los futbolistas antes de hacer números: a un profesional Hacienda le retiene un 44% de sus ganancias. Algo de lo que hasta hace poco se salvaban los extranjeros, que sólo perdían el 27%, gracias a la denominada Ley Beckham. Al conocer esto, muchos reaccionan con un ''el 44% de seis millones le deja con 3,5 millones todavía''. Sí claro, pero por el camino alguien ha perdido dos millones y medio. Y eso, me parece a mí, le duele a cualquiera.

           Como decía en el tercer párrafo, para la mayoría es algo realmente ingrato que los futbolistas ingresen tanto (ya hemos visto que algo menos) por un trabajo así. Lo que hacen es algo que carece de relevancia, pero curiosamente, en cualquier bar hay alguien hablando del gol de mengano, del fallo de fulano o del penalti no pitado. Es decir, es una actividad intrascendente pero da que hablar. Muchos de esos hipócritas que dicen que ''sólo se trata de 22 tíos detrás de un balón'' son los cobardes que charlan con frecuencia sobre fútbol. Ni decir queda que también son los aprovechados que acudirán al fiestón en la fuente de su ciudad cuando su (¿?) equipo gane algún título. Los futbolistas “sólo” dan patadas a un balón pero tú comentas, evalúas y sentencias su trabajo. “Sólo” persiguen un trozo de cuero, pero hay millones de personas pendientes de ese objeto. “Sólo” trabajan para meter goles, que son los que te tienen frente al televisor para poder salir a la calle en los partidos grandes. Se produce así una contradicción terrible al encasillar el fútbol como algo banal, insignificante y absurdo, pero aprovecharse de él para encajar socialmente. Parece evidente que el fútbol es algo más que eso.

           Como personajes mediáticos que son, los futbolistas pasan por toda clase de juicios sensacionalistas y se examina con lupa todo lo que hacen. Deben soportar las correcciones de, en primer lugar, un montón de periodistas para nada neutrales y excesivamente ventajistas a sueldo de unos medios de comunicación en busca de carnaza. En segundo lugar, del resto de público en potencia, cuya intención puede ser gozar del fútbol o tener una excusa para desahogarse insultando a alguien. La crispación que por estas dos vías se le ha ido inyectando al deporte rey, ha llevado a situaciones límite en las que al jugador no se le permite trabajar con dignidad. Miles de personas alabando las habilidades sexuales de la madre de un jugador rival, emitiendo ruidos racistas o lanzándole objetos peligrosos. Recuerdo la pancarta que recibió a Laudrup en el Camp Nou: ''Petrovic, Juanito, Laudrup tú serás el siguiente''. Cuando alguien recibe amenazas de muerte ejerciendo su trabajo, ¿alguien puede afirmar que eso digno de una profesión? ¿De veras se puede consentir un maltrato psicológico porque la víctima cobra mucho?

          En España el deporte mayoritario, casi exclusivo y tiránico es el fútbol. No se puede negar. El baloncesto, el balonmano o el tenis se ven trasladados a unas cuotas de interés paupérrimas. Quizás por eso a los otros deportistas se les ofrece un trato mucho más respetuoso. Al no verse sometido a la atención masiva, sino más bien selecta, la vorágine de opiniones ofensivas disminuye. Del mismo modo, desaparecen las disputas mediáticas y las implicaciones políticas. Un ejemplo de eso lo dijo Xavi Hernández, cuando recriminó a la prensa que sólo discutieran su implicación con la selección española a él y a Puyol por el hecho de ser catalanes. ''Eso no se lo hacéis a Gasol ni a los demás'', añadió. Dio en el clavo. La clave está en que el fútbol en este país es un polvorín nacionalista, por eso a la mínima que se puede alguien introduce de nuevo el asunto. Los medios del baloncesto, sin ir más lejos, están mucho más centrados en lo suyo, por eso genera menos atención entre el público. Si se intentara mezclar tal deporte con unas gotitas de demagogia política, el resultado sería un mayor interés de la gente. Mientras tanto, el futbolista nacional se ve entre la espada y la pared en función de sus orígenes o ideas.

          Se comenta a menudo que los futbolistas tienen el trabajo que quieren. Es verdad. Pero lejos de felicitarles por ello, parece que eso supone un problema para los demás. Es ofensivo que alguien dedique su vida a una pasión que lleva tantos años perfeccionando. Aunque a muchos se les olvida que el futbolista no es el culpable de que tengas un empleo de más de 40 horas semanales y poco más de 1.000 euros al mes. Creo sinceramente que son muchos más los que han decidido a qué se querían dedicar. Algunos quisieron estudiar y otros se fueron directos a los trabajos temporales. A excepción de los inmigrantes que vinieron en busca de un sueño o de aquellos que perdieron casi todo por una mala racha, la mayoría de la población elige su camino. Es más aconsejable decir que los futbolistas tienen el trabajo que quieren, como mucha más gente sea del gremio que sea. La diferencia está en que el futbolista, cuando era un niño, soñaba con ser futbolista. Mientras que el obrero, el carpintero o el mecánico probablemente también soñaban con ser futbolistas. Quizás todo se reduce a una cuestión de envidia por aquel que ocupa un lugar que creemos que nos corresponde a nosotros mismos y no a quien está en él.

         Como al resto de chavales, a mí también me habría gustado ser futbolista. De hecho, mi vocación posterior fue el periodismo deportivo, para lo que todavía creo tener bastante madera, pero que ha quedado en un segundo plano por culpa de las inquietudes que aparecieron después. Por mucho que puedan afectarme tales frustraciones, no puedo atacar al futbolista, cuya bella profesión me ha regalado momentos maravillosos sin pedirme nada a cambio. Un oficio y unos trabajadores que siguen llevándome frente al televisor con la misma ilusión que cuando tenía nueve años.

jueves, 28 de julio de 2011

Un viaje al mundo de las leyendas urbanas

Antes de nada, quisiera pedir perdón por este mes y medio sin aparecer: haber estado trabajando en la Facultad, con encargos de Graffiti y finalmente en mi empleo base, el camping, me han absorbido el tiempo.

          En este último año he ido conociendo una serie de historias que me han contado distintos personajes de mi entorno. En el camping donde trabajo en verano, una cliente muy mayor dijo que una chica se fue de vacaciones a Brasil, allí conoció un chico con el que mantuvo relaciones sexuales. Cuando ella regresaba a su país, él le entregaba una carta que debía leer en el avión. Lo que había escrito era “enhorabuena, tienes el sida”. Otra historia me la contó un amigo: el rito de iniciación de una banda, en la que el aspirante a pandillero debe conducir de noche con las luces apagadas. El objetivo será el primer conductor que le avise con las largas, a quien deberá perseguir y matar. Más adelante, comía con unas compañeras en la facultad y un chaval que iba con ellas ese día -al que no he vuelto a ver, por cierto- contó la historia de un alumno de 2º de bachillerato que en un examen de filosofía debía responder a la pregunta '¿qué es el riesgo?'. El chico contestó “el riesgo es esto” y entregó la prueba. El profesor le puso un 10. La última historieta curiosa con la que me he encontrado es la de la mujer que ha asesinado a su hija de 6 años metiéndola en el microondas. Esa noticia ya había salido en otro medio unos dos meses antes. Tengo la sensación de que ese déja vu se debe más bien a la modificación de unos hechos parecidos: una chica que tenía que secarse el pelo en muy poco tiempo y metió la cabeza en el microondas (en serio, ¿existen adolescentes sin secador?) tras haberle manipulado el mecanismo de cierre. Cuando la joven llegó a clase murió; el cerebro se le había fundido como un Ferrero Rocher en agosto. 

           Lo que une estas historias es que son muy sorprendentes aunque eso a veces no impida que parezcan posibles. Es bastante difícil no quedar perplejo cuando le cuentan a uno semejantes hechos. En ese sentido, recuerdan al realismo mágico de la literatura hispanoamericana, porque se expone algo sobrenatural o incongruente como lo más cotidiano del mundo. Otro tópico que las reúne es que suelen situarse en un lugar entre alejado y exótico, que seguramente les da mayor credibilidad porque ocurren en gentes de costumbres distintas a las nuestras. Sin embargo hay veces en que los sucesos parecen haber ocurrido mucho más cerca, para dar a entender que también podríamos pasar por algo así. Otro rasgo habitual es la intención moralizante que arrastran. La mayoría de estas historias, no todas, son principalmente un aviso ante posibles situaciones: “ten cuidado con el sexo en países muertos de hambre, vigila a qué loco le haces luces en la carretera y no metas la cabeza en el microondas”. Pero si hay algo presente en todas ellas es que son totalmente falsas. Por mucho que se cuente siempre como algo cierto y que se centre en un marco creíble, no hay ninguna prueba de que hayan llegado a producirse, más que nada porque no existen testimonios (algo sobre lo que volveré a hablar). Algunas historias son convincentes y podrían pasar perfectamente por ciertas, como la del examen o el coche nocturno. En cambio hay otras que no se sostienen por ningún lado, como la barbaridad del microondas.

           Por muy paradójico que sea, una de las verdades de esta vida es que la gente miente más que habla. De ahí que exista en el ser humano algo que le empuja a mentir a diestro y siniestro. Es ahí donde nacen estas y otras muchas historias que la gente ha ido inventando y contando para resultar interesante y destacar frente a los demás, al conocer unos hechos tan increíbles que implicarán la atención absoluta y la fascinación de todos aquellos que lo oigan. A las historias de este tipo se las conoce como Leyendas urbanas, que se distinguen de las leyendas convencionales porque son modernas, con símbolos cotidianos y un valor universal que le permite extenderse por los cinco continentes. Tampoco se deben confundir con los bulos o los rumores, porque son más complejos que estos, al estar más elaborados y afectar a más sectores de la sociedad. Pese a la modernidad cosmopolita que las envuelve, las leyendas urbanas son un producto folclórico: sobre ellas se cimientan algunas creencias, temores y condenas de la sociedad actual. Tanto es así que se convierten en verdaderas alegorías -de la desconfianza, en especial-. Llegan a convertirse en tópicos en cuanto referencias ineludibles para expresar un temor. De ahí la pretensión de querer darla a conocer al máximo de personas posible, por prevención. Todo el mundo debe saberlo para poder estar preparado. Otras, sin embargo, carecen de ese valor doctrinal y se convierten en simples historias sórdidas que no tienen intención de alertar, sino que sólo buscan escandalizar (es decir, leyendas). No por eso significa que tengan que difundirse menos. Lo que se cuenta es tan espectacular que debe llegar al mayor número de gente.
 
         La difusión de las leyendas urbanas es algo bastante más complejo que la típica idea de una cadena 'de boca en boca'. La transmisión de las leyendas ha sido siempre un proceso oral y generacional, por mucho que el concepto leyenda signifique 'para ser leído'. En la antigüedad era más factible que se divulgara una historia por toda una comunidad, ya que ésta era mucho más reducida que los grupos actuales. En cambio, ahora las poblaciones son mucho mayores que las de antes y la propagación de una leyenda se intuye costosa mediante esta vía. Por contra, vivimos en una sociedad marcada por la interdependencia de países, con un sinfín de relaciones bilaterales entre naciones. Eso agiliza la distribución internacional de las leyendas urbanas, que pasan a formar parte del imaginario global. A eso hay que sumarle las mejoras comunicativas derivadas del teléfono, la televisión e internet. Algunos de estos medios permiten explicar que siga existiendo esa difusión oral. Para explicarlo, tomaré el ejemplo de la principal leyenda urbana de España, la de Ricky Martin, el perro y la mermelada. Todos la conocemos. En tal caso, la difusión sorprendió por su rapidez: en 12 horas todo el país la conocía. Teniendo en cuenta lo rudimentario del internet en esos años aún, no parece posibles que el boca-oído-boca pudiera generar aquello (más aún siendo la hora de dormir). Que la difusión se proyectara más o menos igual en todas las regiones y que la expectación que suscitaron la reposición del domingo y el programa siguiente me hacen pensar que en realidad se trató de una estratagema desde la propia cadena para conseguir unos registros de audiencia inauditos. Para ello habría bastado tener unos cuantos topos por ciudad llamando a un número indefinido de personas que, a su vez, difundirían la noticia. Pero vamos, sólo estoy especulando. 

           Eso nos lleva al origen de las historias. Toda leyenda tiene un nacimiento y todo nacimiento tiene un padre. El padre es en este caso aquel que la inventa, basándose en una experiencia personal, un suceso supuestamente real de un tercero o por mera creatividad imaginativa. Un proceso de creación literaria, al fin y al cabo. Aunque si bien puede tener estos tres origenes, curiosamente sólo suele hacerse alusión a uno. La mayoría de leyendas urbanas se empiezan a narrar como algo que le ha sucedido a un conocido de un amigo o algo por el estilo. Una relación mínima, que no involucra al narrador y con la que puede justificar la historia. Se cuenta algo que podría ser cierto y se cita alguien que puede entrar en la cadena de los seis grados de conexión, de Kevin Bacon, para que parezca real. Aunque si ese recurso se va repitiendo, cada vez será más falso, porque sólo el narrador primero podría decirlo siendo creíble. Es por eso que en inglés suelen conocerse como FOAF (friend of a friend tales). Recuerdo un chiste de Eugenio sobre el uso de la Viagra que se basa en ese principio, aunque lo ridiculiza al final. Pero como eso ya está muy visto, la aparición de los medios ha aportado algo nuevo: se busca la mayor implicación posible del receptor, principalmente reclamando su compasión. Todos hemos recibido algún correo en el que se dicen cosas como “si no lo reenvías a 20 personas, la pequeña Wendy morirá”. En ese momento, la persona que está frente a la pantalla del ordenador se apiada de la pobre Wendy, una niña de un pueblucho de Nebraska a la que no va a ver ni a través de la teoría del señor Bacon, y decide contestar al correo. Llamar la atención de la gente a partir de la misericordia tiene aquí un propósito distinto: conseguir direcciones de correo, mandar virus o sencillamente, burlarse de la gente. No es tanto algo para llenar el ego de gente insatisfecha, sino que se quiere sacar un mayor provecho que el simple hecho de parecer más interesante.

           Por último quisiera señalar que las leyendas urbanas reúnen, como tantas otras cosas, lo mejor y lo peor del ser humano. Lo mejor porque implican la habilidad imaginativa para desarrollar semejantes historias y el dominio de la retórica para narrarlas (al menos de inicio). Eso es fruto, al fin y al cabo, de la capacidad comunicativa, exclusiva del hombre. Es un ejemplo de cómo uno puede llegar a transmitir algo si intenta hacerlo bien, llegando a traspasar barreras comunicativas que parecen infranqueables, tales como el idioma o la distancia entre pueblos. Pero también abarca lo peor porque representa la necesidad patológica de mentir que tiene el ser humano. Si uno se para a pensar en la realidad de las cosas, se dará cuenta que buena parte de lo que le rodea es falso, pese a que muchos no quieran admitirlo por lo deprimente que supone. En ese sentido, la gente se cree una mentira y probablemente la convierte en un dogma. Con una afirmación así, la distancia entre leyenda urbana y religión parece hacerse mucho más corta. Recapitulemos: alguien crea una historia increíble para llamar la atención, la cuenta a unas personas, las atemoriza, la historia sigue extendiéndose y termina siendo una creencia común. Efectivamente, las religiones que todos conocemos son verdaderas leyendas, si bien no son urbanas por su considerable antigüedad. Matizo, las religiones son un conjunto de leyendas que acaban formando un ideario y un modus vivendi moral, a través de los cuales se consigue controlar las conductas de una sociedad. Al parecido con la religión hay que sumarle el que guarda con el tema de las supersticiones, esos hechos que se creen como místicamente capaces de influir en la vida de un ser humano y que por eso se establecen en la cultura popular, por miedo a que ocurran. Aunque las supersticiones son mucho más frecuentes que las leyendas urbanas y las religiones tienen más peso que las L.U., las tres consiguen frenar determinados impulsos y deseos del hombre, sean cuales sean.

          En conclusión, si alguien le dice conocer directamente una leyenda urbana, no se engañe, la verdad no está ahí fuera.

viernes, 3 de junio de 2011

Training Day, cuando a una historia ya existente le queda mucho jugo por dar

           Hace unos días estaba revisando la filmografía de Clint Eastwood para saber qué películas suyas me faltaban por ver. Fue así cómo supe de El desafío de las águilas, de carácter bélico y de otras dos mucho más acordes a la línea que siguieron sus personajes. La primera es Ciudad muy caliente, que le une en el papel protagonista con Burt Reynolds, en la que un detective y un policía se unen para acabar con los gángsters de la Chicago de los años 20. La segunda también le une a un actor reconocido. Se trata de El principiante (1990), con Charlie Sheen. Mi cineasta favorito junto al verdadero héroe del sueño americano tan crítico a su vez con la política estadounidense. No podía perderme eso. Se juntaban el hambre y las ganas de comer. Así que me senté a verla. Ya en la película, Poluvski (Eastwood) es un policía que pierde a su compañero en un tiroteo con unos ladrones de coches. Su sustituto será el joven rico y traumatizado David Ackerman (Charlie Sheen), en quien recae la figura del novato. Ambos se verán obligados a cooperar y adaptarse al compañero para lograr su propósito. Cuando terminó, pude sacar dos conclusiones: una es que Eastwood había hecho más buddy movies de las que yo creía (estas dos, Duro de pelar, Licencia para matar, Thunderbolt and Lightfoot, etc.). La otra, más importante, es que tuve la sensación de que ya había visto buena parte de esa película en otra. Había una que reunía buena parte de sus características.

           Estoy hablando de Training Day (Antoine Fuqua, 2001). El filme trata de un joven policía, Jake Hoyt (Ethan Hawke), que pretende acceder al departamento de narcotráfico de Los Ángeles. Para eso tendrá que pasar ese 'día de entrenamiento' -más bien examen- con Alonzo Harris (Denzel Washington), un agente tan reconocido como corrupto, cuyos métodos no harán más que sorprender al inocente novato, que dudará durante unas horas si es esa la vida de policía que buscaba. Pensar en The Rookie es algo inevitable. Supongo que el guionista tuvo que ver la película, porque el planteamiento inicial es prácticamente igual: el joven policía se despierta al lado de su pareja. Ackerman lo hace por una pesadilla que hace tiempo que arrastra, mientras que Hoyt está tan nervioso que se desvela un minuto antes de las cinco de la mañana, hora en que sonará su despertador. Pese a que ya eran policías antes de cambiar de cargo, los dos sufren constantes burlas sobre su inexperiencia, de Ackerman se reirán sus compañeros y mientras que a Hoyt las mofas le vendrán de su nuevo 'maestro', los mercenarios que tiene este y en especial de los delincuentes de las calles, siendo así muchos más constantes, pese a que se trata de un solo día. Del mismo modo, los dos debutantes se tendrán que adaptar sobre la marcha a los sorprendentes métodos de sus nuevos camaradas. Aunque también capaces de dejar a los expertos con la boca abierta, demostrando así sus credenciales: Ackerman domina como nadie la mecánica, sorprende a Pulovski parándole un puñetazo, pero más adelante conseguí llegar hasta él para salvarle, aunque el peligro había sido culpa de su miedo. Hoyt debe darle una paliza a dos drogadictos y es capaz de robarle la escopeta a su superior y apuntarle con firmeza. Pero la unión no va a ser la única relación entre las dos películas.

           Entre ambas existen diferencias notables por mucho que partan de una base argumental similar. Los novatos tienen motivaciones distintas en ese cambio de rumbo: Ackerman proviene de una familia rica que le podría facilitar todo lo que quisiera, pero se convierte en policía para huir de eso demostrando que es capaz de lo que se propone e intentar superar un trauma de infancia, la muerte de su hermano. Hoyt es un muchacho que no esconde sus pretensiones económicas y laborales al acceder a la prueba, quiere ser inspector y conseguir una casa como las de los peces gordos, pero también “liberar a su comunidad de las drogas peligrosas”. Es decir, por un lado tenemos un reto y por el otro, un compromiso. A su vez, sus respectivos jefes afrontarán el deber con unos métodos parecidos pero con intenciones distintas: Pulovski tiene esos recursos drásticos que caracterizaban a Harry el Sucio. Alonzo no se queda atrás y aprovecha su poder de intimidación más que las leyes policiales. Eso se verá en las pruebas a las que someterán a los rookies: Ackerman será carne de paliza en un bar de carretera y más adelante rozará la muerte. Hoyt descubre una violación en un callejón y debe detener a los dos abusadores sin que su compañero haga nada por ayudarle, aunque eso le salvará al haber salvado a la familiar de una banda de chicanos que está a punto de matarle. Sin embargo, los dos personajes se distinguen por su ética. Ante los actos de Pulovski uno no se para a pensar si son aceptables o no, sólo se cuestiona la forma con la que ha solucionado el problema. Por contra, Alonzo comete una acciones reprochables. Roba, extorsiona, asesina y traiciona... en beneficio propio. Su servicio gira entorno a sí mismo. Ante lo inapropiado de los actos de sus compañeros, los dos novatos tienen que rebelarse. Ackerman frente a lo poco ortodoxo de su socio, al igual que Hoyt, que además debe reaccionar ante los delitos de su superior.

           Los filmes se distinguen también por su ritmo narrativo: El Principiante ocurre durante unos días, no se sabe cuantos. Training Day sólo en uno. Eso afecta obviamente a la exposición de hechos. Así, es en la segunda donde se encadenan las escenas con más agilidad, porque la diferencia de tiempo entre la ficción y el formato de la cinta (unos 110 minutos) es más próxima. La ambientación tampoco se asemeja. En la primera se retratan lugares selectos, propios de la familia de Ackerman, y algunas calles y bares que podrían pertenecer a cualquier historia de Steven Seagal. Los malos son ladrones de coches y viven en palacios. La segunda es mucho más sórdida. Se recrea el ambiente de los barrios más desamparados de Los Ángeles. Traficantes, violadores, ladrones y drogadictos. La resolución final también comporta una distinción en el tipo de film. El Principiante es una buddy movie en toda regla porque dos hombres se entienden, cooperan y saldan sus problemas. Training Day no; aunque al principio trabajan juntos (¡qué remedio!), al final ambos policías se enfrentan porque son personalidades opuestas. Con todo, lo que logra el filme de Fuqua formulando de nuevo la base de The Rookie, es darle una vuelta de tuerca más y llevarlo a un terreno distinto. Dotada de un mayor realismo, la historia cobra mucho más valor porque plantea temas nuevos. Más allá de la realidad de las calles, Training Day muestra cómo la corrupción afecta a los hombres. Cuando el vecino de Alonzo le dice “todo el mundo se las arregla como puede”, la pregunta que se hace es “¿quién es realmente el criminal aquí?”. Ese dilema afectará a Hoyt durante todo el día, hasta que es capaz de señalar al verdadero culpable. Para ello, tiene que toparse con no una, sino dos traiciones de su jefe: culparle junto a sus secuaces de un crimen que no ha cometido y abandonarlo con la banda de chicanos. Es por eso que los negros del barrio de Alonzo protegerán al novato porque ha sido capaz de acabar con esa injusticia.

           Lo que hemos visto es un ejemplo de reformulación. Plantear de nuevo algo que ya existía pero para poder superarlo. Ocurría en el Conde Lucanor, que partía de algún exempla anterior y le cambiaba el carácter religioso por el político o cualquier otra combinación temática posible, que fuera mucho más próxima a su realidad. Se repetía en el Quijote, que desacreditaba la novela de caballerías pero sin dejar de serlo. Acababa con todos los libros de la tradición anterior, aunque salvaba al Tirant lo Blanc de la hoguera. ¿A qué se debía ese perdón? Pues porque no era una simple novela de caballerías, la sobrepasaba porque englobaba una variedad de temas y tipos narrativos bastante inusual. El Tirant era también narrativa amorosa, militar, costumbrista y psicológica. Eso mismo y mucho más presentaba el Quijote, novela satírica que vive entre dos mundos, realidad y ficción, con un conglomerado inabarcable de temas. Training Day consigue exactamente eso: empieza como una buddy movie pero a medida que avanza el filme rompe con ello y se convierte en una historia sobre la lealtad, la corrupción, el respeto a unos principios, no sólo por parte de los protagonistas, más bien del espectador, que ante las dudas de Hoyt, se verá sometido al debate, contrastado por inspector y agente, sobre la máxima maquiavelista de 'el fin justifica los medios'. Una dimensión ética desbordante. Tras ver Training Day, uno se adentra en el dilema de si realmente vale la pena hacer las cosas bien, si el que lleva una vida de fábula es Alonzo, un tío que lleva años siendo un verdadero cabronazo. No es un tema nuevo, está claro. Pero sí es una novedad plantearlo en algo tan próximo como el cuerpo policial. Se había visto en política (con el propio Maquiavelo) y en la religión (con Erasmo de Rotterdam), pero no enfocado en los cuerpos del estado. Estos 'cops' no son dos tipos distintos que deberían lidiar sus diferencias, más que nada porque se produce el enfrentamiento entre sus dos ideas: servir al pueblo primero o empezar por uno mismo. Si la respuesta es la segunda opción, en estos tiempos de apaleamientos públicos en las plazas, los métodos policiales contemporáneos quedan, por lo menos, en entredicho.

lunes, 25 de abril de 2011

Hoja de ruta hacia el cine de terror francés

           El cine de terror es algo tan antiguo como sobreexplotado. Partiendo de la premisa de provocar emociones fuertes en el espectador, la capacidad de reacción del público es mayor ante películas de este tipo. Siendo pues filmes que no dejan impasible al que lo acaba de ver, se puede entender mejor que el miedo haya sido uno de los temas estrella de la historia del cine. Muchos guionistas y productores habrán encontrado un filón en este género tan experto en hacer saltar a uno de su asiento. Sin embargo, como en toda corriente artística, cuando alguna obra es un gran éxito, se establece una serie de patrones, que se convierten en la fórmula a seguir. Podría ser el caso de Scream o Sé lo que hicisteis el último verano, que sentaron las bases actuales para buena parte del cine de terror posterior al haber reunido con maestría lo mejor de las anteriores tendencias. Así que durante los siguiente años, hasta ahora, esta clase de películas ha seguido un camino más bien parecido y poco original, que tampoco ha podido escapar de la trampa de las secuelas y remakes, ahora que se estrena Scream 4.

           Por suerte, en el arte siempre hay 'algo nuevo bajo el sol'. Y de eso se encargó el cine de terror asiático. Con la aparición de Ringu, de Hideo Nakata y con una ambientación muy estremecedora, se abrió la veda del horror en el lejano oriente. Películas como Battle Royale, de Takeshi Kitano, Audition y Llamada Perdida, ambas de Takeshi Miike, o Dark Water, del propio Nakata, son algunos de los títulos que tuvieron más éxito. Se trata de obras que destacan por su brutal violencia, siendo Battle Royale la máxima expresión, o bien, por su asfixiante clima de tensión y motivos sobrenaturales, como Ringu o Dark Water. Esa corriente se extendió por toda Asia y con ello, esa nueva manera de hacer acabó llegando a EEUU. Lo hizo mediante la exitosa Saw, de James Wan, que aunaba la intriga policíaca y el asesino en serie moralizante y cargado de razones de Seven, la carga de violencia de Audition o Battle Royale y una atmósfera angustiosa, para rematarlo con un final absolutamente apoteósico. Ese nuevo sentido que se le da a la violencia y al miedo dio lugar a una serie de películas que querían ir más allá. Lo sorprendente es que esas pretensiones no se instalaron precisamente en EEUU, que sólo vio nacer las secuelas de Saw y la insulsa Hostel. El cine más salvaje fue a parar directamente a Francia (y por extensión, a Bélgica y Canadá, pero siempre en lengua francesa).

           El camino que siguió este nuevo tipo de cine no se ciñe estrictamente a lo que se acaba de decir. Hubo otra vía por la que se introdujo ese 'comment faire'. Para verla, hay que remontarse a la ópera prima de Gaspar Noé, Seul contre tous (1998). El protagonista es un ex-carnicero que se ve atrapado en una espiral sin salida y que le obliga a anteponer su propia moral a la de la sociedad. Lo más novedoso del filme es su sordidez y su crudeza, en un ambiente sombrío y lleno de agresiones. Tanto es así que antes de las escenas finales, se produce un aviso al espectador para que pueda abandonar la sala. A este film, le siguió cuatro años más tarde, Irreversible, también de Noé, que se dio a conocer principalmente por continuar con el carácter de su antecesora, destacando una escena de violación de unos ocho minutos que fue muy polémica. Pero eso no fue nada en comparación a la salvaje Haute Tension (2003), de Alexandre Aja: 91 minutos de verdadero terror con unos asesinatos llenos de brutalidad. Aunque el filme recogía técnicas tan trilladas como los strings de violín a todo volumen en los momentos más tensos, también supuso una revolución por lo visual en unas muertes tan atroces. Además lo explícito de lo más monstruoso se unió a una angustia extrema, como anuncia el título, que dura casi tanto como el propio metraje. Con Haute Tension se abrió la caja de Pandora para una nueva oleada de películas cargadas de una crudeza y un estrés insospechados en el cine hasta entonces. Las emociones humanas llevadas al límite. Terror llevado al extremo. Es así como aparecieron Calvaire (2004), À l'intérieur (2007), Martyrs (2008) o Les 7 jours du Talion (2010). Películas que llevan los temores del hombre hasta el tope. Exaltan lo más traumático del alma humana y destapan las peores pasiones. Verlas puede llegar a ser algo muy perturbador. Es una clase de cine que conmociona y que, sin duda, no deja indiferente. Otra cosa es que guste o no, que se considere que sobrepasa la ética establecida o no. Yo no voy a engañar a nadie. A mí me ha cautivado.

           PD: Muy pronto hablaré con más detalle de Martyrs, À l'intérieur y alguna más.

martes, 19 de abril de 2011

La escritura en mi vida: escribir es salud

          En estos tiempos de pérdida de costumbres en pro del progreso, uno debe preguntarse si vale la pena la eliminación de esas cosas que se han hecho durante siglos y siglos, sin que les fuera nada mal. No me refiero a la pérdida de valores y ética que vemos a diario por culpa del canibalismo económico. Hablo de la desaparición de unas acciones que han sido muy útiles a lo largo de la historia y que no tienen repuesto posible. A mí me preocupa una en especial, la escritura. No nos engañemos, la gente ya no escribe. Hace una década la gente aún se trabajaba cartas para mandarlas a los conocidos en las fiestas. Luego llegaron los SMS. Ahora tenemos las proyecciones de Powerpoint que se van reenviando por email. Claro que siguen existiendo los periódicos -aunque las fotos, la publicidad e incluso los pasatiempos van ganando terreno-, la literatura y los blogs. Pero son formatos que parecen ir en desuso. La prensa escrita en papel decae porque la versión virtual, además de ser gratis, incorpora archivos multimedia para completar las informaciones. La literatura no parece recibir el apoyo suficiente y su consumo parece destinado al Día del Libro. Sobre los blogs, hace apenas dos meses que me he incorporado a esta dimensión y todavía no me he consolidado como usuario habitual. Los que sí lo son a menudo pertenecen también al mundo de la prensa o de la política y sus blogs sirven de complemento a sus noticias o a sus decisiones.
           Esa decadencia no es gratuita. Como decía antes, tiene su razón de ser en la vanguardia tecnológica. Aunque la menor escritura de nuestros días conlleva una serie de circunstancias a tener en cuenta. Entre la aparición de los teléfonos móviles primero, de los programas de mensajería instantánea (los messenger) después y finalmente, de las redes sociales, la reducción de la envergadura del mensaje es notoria. Lo expresado ha ido ocupando cada vez menos líneas. El problema es que con menos palabras no podemos llegar fácilmente a lo que se pretende expresar con más. Así que toca dejarse algo en el camino. Por eso el mensaje debe ser más conciso y esa concesión impide, a su vez, que el escrito pueda incorporar algún tipo de reflexión o que trate de un tema complejo. Pretender hablar de Darwin, física cuántica o política internacional en solo dos líneas es minimizar las ideas. Por eso se acaba cayendo en la banalización. Pero también en la trivialidad, porque como no se puede hablar de temas más serios e importantes, uno termina por hablar de chorradas. Eso, a fin de cuentas, es un lento y disimulado proceso de desculturalización que crea una barrera entre el ciudadano y la cultura que va mucho más allá de la ley Sinde.
           Parece mentira este desuso de la escritura. Yo no podría vivir sin ella. Estaba leyendo Rinconete y Cortadillo, de Cervantes, cuando apareció esa perífrasis verbal que se repetía en el Quijote, olvidábaseme de decir, y tuve la idea de crear este artículo, porque me recordó uno de los grandes valores que ha tenido la escritura, ser un sucedáneo de la memoria. Ya en Mesopotamia, cuando se creó el primer sistema de representación gráfica (no importa si se trataba de un alfabeto o de pictogramas, como en el antiguo Egipto), su función fue el apoyo mercantil; la escritura ayudaba al recuento de unidades en las transacciones. Mis primeros recuerdos con las 'letritas' son con esa misma finalidad, recordar: aún puedo ver cuando empecé a encargarme de hacer la compra con siete años y mi madre me preparaba la lista para no dejarme nada. La verdad es que tuve que aguantar muchas bromas sobre el papelito, aunque en la carnicería dejaron de decirlas cuando contesté un << seguro que tu hija no sirve ni para comprar >> cuando tenía unos nueve, creo. Es más, ahora con 23 sigo andando con la nota en el bolsillo cada vez que me toca ir a mí. Pero es que eso se acabó extendiendo a muchas otras cosas. El orden de estudio de una asignatura, me lo anoto. En frente de un examen, apuntados quedan los temas a exponer antes de escribir el nombre. Pero donde más notas acumulo es en el tema de las ideas: cada vez que se ocurre algo nuevo, lo escribo para que no se escape. Es algo así como la cartera de Jackie Chan, en la que hay dos o tres dólares pero un fajo de apuntes con nuevas escenas de inestimable valor. Para estas cosas más bien metódicas, soy así de obsesivo. La verdad es que siempre me ha hecho falta.
           Pero no sólo de intentar evitar la falta de memoria vive el hombre. Está claro que en el ser humano hay un miedo al olvido, de ahí que algunos usen la escritura para auto-reivindicarse (léase graffiti). Pero por suerte, la escritura aporta muchísimo más de lo que uno puede pensar. Como consecuencia de ese soporte a la memoria, escribir ayuda a desarrollar ideas, conceptos y reflexiones. Nuestra capacidad de recuerdo es limitada, pero el texto no, por eso con un código escrito se pueden ampliar y concluir los juicios y las opiniones que tengamos. Del mismo modo, escribir implica la necesidad de una mayor reflexión sobre la lengua, porque es necesario encontrar los vocablos adecuados para expresar algo preciso y concreto. Aunque es precisamente buscando esos términos cuando uno se da cuenta de lo que realmente quiere expresar. Un mayor dominio del lenguaje y de su codificación permite acceder al conocimiento con más facilidad. La escritura crea ideas. Ese control del código posibilita que se pueda experimentar con él, dando así lugar a la literatura. Ese jugueteo es una diversión. Un gozo intelectual para el que elabora su propio lenguaje. Un placer aparentemente privado, porque además de eso, la palabra debe rebotar como la piedra lanzada en el mar, tal y como dijo Larra, porque la finalidad de la escritura es también comunicativa. Se escribe para que alguien lo lea. Incluso aquella gente que escribe su diario privado sabe que algún día eso lo va a leer otra persona. Por todo esto es por lo que me expreso en un blog y no en Youtube, aunque todavía no tengo muchos adeptos por aquí. Para no dejarme cosas en el tintero, las expreso por escrito para sacarles más jugo y dejarlas más presentables, así será más fácil compartirlas.
           PD: Algún día hablaré del efecto de esta causa, la literatura.