El cine de terror es algo tan antiguo como sobreexplotado. Partiendo de la premisa de provocar emociones fuertes en el espectador, la capacidad de reacción del público es mayor ante películas de este tipo. Siendo pues filmes que no dejan impasible al que lo acaba de ver, se puede entender mejor que el miedo haya sido uno de los temas estrella de la historia del cine. Muchos guionistas y productores habrán encontrado un filón en este género tan experto en hacer saltar a uno de su asiento. Sin embargo, como en toda corriente artística, cuando alguna obra es un gran éxito, se establece una serie de patrones, que se convierten en la fórmula a seguir. Podría ser el caso de Scream o Sé lo que hicisteis el último verano, que sentaron las bases actuales para buena parte del cine de terror posterior al haber reunido con maestría lo mejor de las anteriores tendencias. Así que durante los siguiente años, hasta ahora, esta clase de películas ha seguido un camino más bien parecido y poco original, que tampoco ha podido escapar de la trampa de las secuelas y remakes, ahora que se estrena Scream 4.
Por suerte, en el arte siempre hay 'algo nuevo bajo el sol'. Y de eso se encargó el cine de terror asiático. Con la aparición de Ringu, de Hideo Nakata y con una ambientación muy estremecedora, se abrió la veda del horror en el lejano oriente. Películas como Battle Royale, de Takeshi Kitano, Audition y Llamada Perdida, ambas de Takeshi Miike, o Dark Water, del propio Nakata, son algunos de los títulos que tuvieron más éxito. Se trata de obras que destacan por su brutal violencia, siendo Battle Royale la máxima expresión, o bien, por su asfixiante clima de tensión y motivos sobrenaturales, como Ringu o Dark Water. Esa corriente se extendió por toda Asia y con ello, esa nueva manera de hacer acabó llegando a EEUU. Lo hizo mediante la exitosa Saw, de James Wan, que aunaba la intriga policíaca y el asesino en serie moralizante y cargado de razones de Seven, la carga de violencia de Audition o Battle Royale y una atmósfera angustiosa, para rematarlo con un final absolutamente apoteósico. Ese nuevo sentido que se le da a la violencia y al miedo dio lugar a una serie de películas que querían ir más allá. Lo sorprendente es que esas pretensiones no se instalaron precisamente en EEUU, que sólo vio nacer las secuelas de Saw y la insulsa Hostel. El cine más salvaje fue a parar directamente a Francia (y por extensión, a Bélgica y Canadá, pero siempre en lengua francesa).
El camino que siguió este nuevo tipo de cine no se ciñe estrictamente a lo que se acaba de decir. Hubo otra vía por la que se introdujo ese 'comment faire'. Para verla, hay que remontarse a la ópera prima de Gaspar Noé, Seul contre tous (1998). El protagonista es un ex-carnicero que se ve atrapado en una espiral sin salida y que le obliga a anteponer su propia moral a la de la sociedad. Lo más novedoso del filme es su sordidez y su crudeza, en un ambiente sombrío y lleno de agresiones. Tanto es así que antes de las escenas finales, se produce un aviso al espectador para que pueda abandonar la sala. A este film, le siguió cuatro años más tarde, Irreversible, también de Noé, que se dio a conocer principalmente por continuar con el carácter de su antecesora, destacando una escena de violación de unos ocho minutos que fue muy polémica. Pero eso no fue nada en comparación a la salvaje Haute Tension (2003), de Alexandre Aja: 91 minutos de verdadero terror con unos asesinatos llenos de brutalidad. Aunque el filme recogía técnicas tan trilladas como los strings de violín a todo volumen en los momentos más tensos, también supuso una revolución por lo visual en unas muertes tan atroces. Además lo explícito de lo más monstruoso se unió a una angustia extrema, como anuncia el título, que dura casi tanto como el propio metraje. Con Haute Tension se abrió la caja de Pandora para una nueva oleada de películas cargadas de una crudeza y un estrés insospechados en el cine hasta entonces. Las emociones humanas llevadas al límite. Terror llevado al extremo. Es así como aparecieron Calvaire (2004), À l'intérieur (2007), Martyrs (2008) o Les 7 jours du Talion (2010). Películas que llevan los temores del hombre hasta el tope. Exaltan lo más traumático del alma humana y destapan las peores pasiones. Verlas puede llegar a ser algo muy perturbador. Es una clase de cine que conmociona y que, sin duda, no deja indiferente. Otra cosa es que guste o no, que se considere que sobrepasa la ética establecida o no. Yo no voy a engañar a nadie. A mí me ha cautivado.
PD: Muy pronto hablaré con más detalle de Martyrs, À l'intérieur y alguna más.