viernes, 4 de marzo de 2011

La vigencia de lo antiguo

         Se dice con frecuencia que vivimos en un mundo lleno de cambios, sometido a constantes alteraciones en lo que creemos habitual. Pero, ¿de verdad estamos en una realidad tan fluctuante? ¿Hasta qué punto son esos cambios tales transformaciones de la realidad? Esto nos lleva al debate clásico entre Heráclito y Parménides. Ya lo saben ustedes: el primero defendía que 'todo cambia, nada permanece', mientras que el segundo se escudaba en aquello de que 'un río es siempre el mismo río'. Obviamente, ambos llevan parte de razón. Tal es así, que pienso que hay que unir ambas ideas para lograr la más idónea. Es evidente que el agua del río siempre será distinta; si se tomaran muestras en dos momentos distintos, probablemente la composición química sería diferente -poco o mucho-. Pero no por ello podemos decir que el Ebro es Ebro hoy, pero mañana ya no (trasvases a un lado). Ese río seguirá siendo el Ebro, tenga más o menos sodio, potasio o incluso residuos en sus entrañas. Sería imposible vivir en la lógica de Heráclito, no existiría la realidad conocida ni tan siquiera la posibilidad de conocerla. Por lo tanto, debemos establecer esa convicción de que los objetos de la realidad sigue siendo ellos mismos pese a los constantes cambios, a no ser que algo se transforme por completo.

         Dicho esto, las alteraciones de la realidad de nuestros días son tan leves que no podemos decir que vivimos en un mundo cambiante. Una cosa es que nos martilleen con las supuestas ventajas del desarrollo tecnológico y otra muy distinta, afirmar que la realidad cambia. Dejad de engañaros. Todo sigue igual. Después de la Transición Democrática, España sigue siendo la de los 70 y 80, con ropas más bonitas, eso sí. Una prueba de ello es una de mis últimas lecturas, Zzzzzzzz..., de Quim Monzó, editado por Quaderns Crema en el 87, año en que nací. Se trata de una recopilación de los artículos que escribió en la prensa condal entre 1984 y 1987. Lo más sorprendente del conjunto es la continua sensación de ''ya te digo'' que se le queda a uno tras la lectura de cada artículo. Tienen más de 23 años pero siguen siendo muy fieles a la realidad: la de los ochenta y la de ahora, porque son la misma. Parece que hablar de cosas con más de dos décadas de antigüedad no tiene valor en nuestros días, pero si fuera así la mayoría de las obras de arte que conocemos deberían parecernos obsoletas, como la Gioconda, el Quijote o Sin Perdon, de Eastwood, por pertenecer a una época anterior o dar constancia de situaciones de tiempos pasados.
        He aquí la clave del conjunto de artículos. El paso del tiempo no sólo no le ha restado ni un ápice de razón sino que ha consolidado su certeza, adquiriendo así un valor bastante más universal, por mucho que a menudo se hace referencia a temas relativos solamente a Barcelona. Uno de ellos es Superultraautentiquíssim, que habla de las mutaciones que sufre el habla de la gente: durante un tiempo se usa una expresión hasta que queda anticuada y se pasa a otra. Amb solta me pareció interesante porque en él Monzó defiende jugar con el nombre de las calles en función de lo que haya en ellas. Model de carta al director es una burla a sus críticos, presentando un formulario de renuncia a la suscripción al diario Avui. Aunque seguramente el que parece más fiel a nuestros días es Tornem-hi, que comenta la eterna rivalidad entre las ciudades de Madrid y Barcelona. Si el tema obliga a meter el dedo en la llaga, nada mejor que la ironía y la acidez que siempre ha usado Monzó. Todavía aún. Y muy bien por cierto.