viernes, 3 de junio de 2011

Training Day, cuando a una historia ya existente le queda mucho jugo por dar

           Hace unos días estaba revisando la filmografía de Clint Eastwood para saber qué películas suyas me faltaban por ver. Fue así cómo supe de El desafío de las águilas, de carácter bélico y de otras dos mucho más acordes a la línea que siguieron sus personajes. La primera es Ciudad muy caliente, que le une en el papel protagonista con Burt Reynolds, en la que un detective y un policía se unen para acabar con los gángsters de la Chicago de los años 20. La segunda también le une a un actor reconocido. Se trata de El principiante (1990), con Charlie Sheen. Mi cineasta favorito junto al verdadero héroe del sueño americano tan crítico a su vez con la política estadounidense. No podía perderme eso. Se juntaban el hambre y las ganas de comer. Así que me senté a verla. Ya en la película, Poluvski (Eastwood) es un policía que pierde a su compañero en un tiroteo con unos ladrones de coches. Su sustituto será el joven rico y traumatizado David Ackerman (Charlie Sheen), en quien recae la figura del novato. Ambos se verán obligados a cooperar y adaptarse al compañero para lograr su propósito. Cuando terminó, pude sacar dos conclusiones: una es que Eastwood había hecho más buddy movies de las que yo creía (estas dos, Duro de pelar, Licencia para matar, Thunderbolt and Lightfoot, etc.). La otra, más importante, es que tuve la sensación de que ya había visto buena parte de esa película en otra. Había una que reunía buena parte de sus características.

           Estoy hablando de Training Day (Antoine Fuqua, 2001). El filme trata de un joven policía, Jake Hoyt (Ethan Hawke), que pretende acceder al departamento de narcotráfico de Los Ángeles. Para eso tendrá que pasar ese 'día de entrenamiento' -más bien examen- con Alonzo Harris (Denzel Washington), un agente tan reconocido como corrupto, cuyos métodos no harán más que sorprender al inocente novato, que dudará durante unas horas si es esa la vida de policía que buscaba. Pensar en The Rookie es algo inevitable. Supongo que el guionista tuvo que ver la película, porque el planteamiento inicial es prácticamente igual: el joven policía se despierta al lado de su pareja. Ackerman lo hace por una pesadilla que hace tiempo que arrastra, mientras que Hoyt está tan nervioso que se desvela un minuto antes de las cinco de la mañana, hora en que sonará su despertador. Pese a que ya eran policías antes de cambiar de cargo, los dos sufren constantes burlas sobre su inexperiencia, de Ackerman se reirán sus compañeros y mientras que a Hoyt las mofas le vendrán de su nuevo 'maestro', los mercenarios que tiene este y en especial de los delincuentes de las calles, siendo así muchos más constantes, pese a que se trata de un solo día. Del mismo modo, los dos debutantes se tendrán que adaptar sobre la marcha a los sorprendentes métodos de sus nuevos camaradas. Aunque también capaces de dejar a los expertos con la boca abierta, demostrando así sus credenciales: Ackerman domina como nadie la mecánica, sorprende a Pulovski parándole un puñetazo, pero más adelante conseguí llegar hasta él para salvarle, aunque el peligro había sido culpa de su miedo. Hoyt debe darle una paliza a dos drogadictos y es capaz de robarle la escopeta a su superior y apuntarle con firmeza. Pero la unión no va a ser la única relación entre las dos películas.

           Entre ambas existen diferencias notables por mucho que partan de una base argumental similar. Los novatos tienen motivaciones distintas en ese cambio de rumbo: Ackerman proviene de una familia rica que le podría facilitar todo lo que quisiera, pero se convierte en policía para huir de eso demostrando que es capaz de lo que se propone e intentar superar un trauma de infancia, la muerte de su hermano. Hoyt es un muchacho que no esconde sus pretensiones económicas y laborales al acceder a la prueba, quiere ser inspector y conseguir una casa como las de los peces gordos, pero también “liberar a su comunidad de las drogas peligrosas”. Es decir, por un lado tenemos un reto y por el otro, un compromiso. A su vez, sus respectivos jefes afrontarán el deber con unos métodos parecidos pero con intenciones distintas: Pulovski tiene esos recursos drásticos que caracterizaban a Harry el Sucio. Alonzo no se queda atrás y aprovecha su poder de intimidación más que las leyes policiales. Eso se verá en las pruebas a las que someterán a los rookies: Ackerman será carne de paliza en un bar de carretera y más adelante rozará la muerte. Hoyt descubre una violación en un callejón y debe detener a los dos abusadores sin que su compañero haga nada por ayudarle, aunque eso le salvará al haber salvado a la familiar de una banda de chicanos que está a punto de matarle. Sin embargo, los dos personajes se distinguen por su ética. Ante los actos de Pulovski uno no se para a pensar si son aceptables o no, sólo se cuestiona la forma con la que ha solucionado el problema. Por contra, Alonzo comete una acciones reprochables. Roba, extorsiona, asesina y traiciona... en beneficio propio. Su servicio gira entorno a sí mismo. Ante lo inapropiado de los actos de sus compañeros, los dos novatos tienen que rebelarse. Ackerman frente a lo poco ortodoxo de su socio, al igual que Hoyt, que además debe reaccionar ante los delitos de su superior.

           Los filmes se distinguen también por su ritmo narrativo: El Principiante ocurre durante unos días, no se sabe cuantos. Training Day sólo en uno. Eso afecta obviamente a la exposición de hechos. Así, es en la segunda donde se encadenan las escenas con más agilidad, porque la diferencia de tiempo entre la ficción y el formato de la cinta (unos 110 minutos) es más próxima. La ambientación tampoco se asemeja. En la primera se retratan lugares selectos, propios de la familia de Ackerman, y algunas calles y bares que podrían pertenecer a cualquier historia de Steven Seagal. Los malos son ladrones de coches y viven en palacios. La segunda es mucho más sórdida. Se recrea el ambiente de los barrios más desamparados de Los Ángeles. Traficantes, violadores, ladrones y drogadictos. La resolución final también comporta una distinción en el tipo de film. El Principiante es una buddy movie en toda regla porque dos hombres se entienden, cooperan y saldan sus problemas. Training Day no; aunque al principio trabajan juntos (¡qué remedio!), al final ambos policías se enfrentan porque son personalidades opuestas. Con todo, lo que logra el filme de Fuqua formulando de nuevo la base de The Rookie, es darle una vuelta de tuerca más y llevarlo a un terreno distinto. Dotada de un mayor realismo, la historia cobra mucho más valor porque plantea temas nuevos. Más allá de la realidad de las calles, Training Day muestra cómo la corrupción afecta a los hombres. Cuando el vecino de Alonzo le dice “todo el mundo se las arregla como puede”, la pregunta que se hace es “¿quién es realmente el criminal aquí?”. Ese dilema afectará a Hoyt durante todo el día, hasta que es capaz de señalar al verdadero culpable. Para ello, tiene que toparse con no una, sino dos traiciones de su jefe: culparle junto a sus secuaces de un crimen que no ha cometido y abandonarlo con la banda de chicanos. Es por eso que los negros del barrio de Alonzo protegerán al novato porque ha sido capaz de acabar con esa injusticia.

           Lo que hemos visto es un ejemplo de reformulación. Plantear de nuevo algo que ya existía pero para poder superarlo. Ocurría en el Conde Lucanor, que partía de algún exempla anterior y le cambiaba el carácter religioso por el político o cualquier otra combinación temática posible, que fuera mucho más próxima a su realidad. Se repetía en el Quijote, que desacreditaba la novela de caballerías pero sin dejar de serlo. Acababa con todos los libros de la tradición anterior, aunque salvaba al Tirant lo Blanc de la hoguera. ¿A qué se debía ese perdón? Pues porque no era una simple novela de caballerías, la sobrepasaba porque englobaba una variedad de temas y tipos narrativos bastante inusual. El Tirant era también narrativa amorosa, militar, costumbrista y psicológica. Eso mismo y mucho más presentaba el Quijote, novela satírica que vive entre dos mundos, realidad y ficción, con un conglomerado inabarcable de temas. Training Day consigue exactamente eso: empieza como una buddy movie pero a medida que avanza el filme rompe con ello y se convierte en una historia sobre la lealtad, la corrupción, el respeto a unos principios, no sólo por parte de los protagonistas, más bien del espectador, que ante las dudas de Hoyt, se verá sometido al debate, contrastado por inspector y agente, sobre la máxima maquiavelista de 'el fin justifica los medios'. Una dimensión ética desbordante. Tras ver Training Day, uno se adentra en el dilema de si realmente vale la pena hacer las cosas bien, si el que lleva una vida de fábula es Alonzo, un tío que lleva años siendo un verdadero cabronazo. No es un tema nuevo, está claro. Pero sí es una novedad plantearlo en algo tan próximo como el cuerpo policial. Se había visto en política (con el propio Maquiavelo) y en la religión (con Erasmo de Rotterdam), pero no enfocado en los cuerpos del estado. Estos 'cops' no son dos tipos distintos que deberían lidiar sus diferencias, más que nada porque se produce el enfrentamiento entre sus dos ideas: servir al pueblo primero o empezar por uno mismo. Si la respuesta es la segunda opción, en estos tiempos de apaleamientos públicos en las plazas, los métodos policiales contemporáneos quedan, por lo menos, en entredicho.