jueves, 1 de diciembre de 2011

Mis placeres ocultos: 'Una selva de ambiente stéreo'

          ¡Nueva sección! Aunque no tengo la asiduidad que desearía publicando artículos, debo reconocer que me está gustando esto del blog. Por eso he decidido reunir textos que tengan un motivo común, mucho más acorde con la intención inicial de Mi Cara B, sacar mi lado más escondido. Eso no significa que vaya a dejar de publicar reflexiones como los que hacía hasta ahora. La convivencia será posible, lo prometo.

          Como decía, al crear este blog pretendía explicar (y comprender) asuntos, preocupaciones o influencias que me definen en realidad y que me distinguen del resto. La diferencia que puedo tener con los demás en según qué intereses es tan grande que intuyo que soy el único que los tiene. De esa forma surge la capacidad que tengo de darme cuenta de hechos que los demás no logran entender. Es algo normal. No es que yo sea más inteligente, sino que, por ejemplo, al haber seguido un camino distinto, puedo asimilar algo que sea próximo a las rutas secundarias que decidí elegir. Si puedo fijarme en los detalles de la redacción textual es porque escogí la senda de la literatura. Y al revés, como no tengo ni idea de coches, cuando estoy en una conversación sobre motor opto por retirarme sigilosamente. Así las cosas, teniendo una serie de inquietudes bastante insólitas puedo descubrir el encanto de cosas muy singulares. El problema de las carreteras secundarias es que te llevan al monte y no a Benidorm, por eso algunos de mis gozos acabando siendo algo exclusivo y privado.

          A todos esas cosas con las que disfruto de ese modo les dedico esta sección, Mis Placeres Ocultos, a modo de homenaje. Después de lo que me han aportado, es necesario hacer justicia con algo que se ha convertido en objeto de culto para mí.

          Para inaugurar este espacio, hablaré del grupo de rap onubense Punto Final, uno de los decanos del rap español, con una larga trayectoria pero que ha presentado pocas publicaciones hasta el momento. El grupo, como tantos otros, se inició como una banda de breakdance, pero más adelante surgió la idea de dedicarse al rap. Paralelamente la banda mantuvo el espíritu b-boy desdoblándose en dos proyectos alternativos: N-efecto, a través del cual presentaron el EP B-boys, un disco de electro-funk que remite a aquellos maravillosos ochenta incluso a los que no estuvieron allí. El otro es Flan de funk, del que no constan álbumes pero sí algunos temas y remixes, como en la edición de remezclas de Raggaflá de La Puta Opepé. Pese a todo donde tuvo más constancia fue como grupo de rap, con la publicación de la maqueta Toma Conciencia en 1995, el maxi-single A la sombra del bloque con el que se dio a conocer en 2001. Le siguió su único álbum completo, Una selva de ambiente stereo (2003). Tras un parón de tres años, aparecieron con otro maxi 'Savia bruta', el disco de remezclas 'PFRMX07' y la demo de presentación de lo que se avecina 'DEMO09'.

          Conocí a los de Huelva en 2002, cuando cayó en mis manos el recopilatorio 'Hip-hop en español vol.1', en el que figuraba su canción A la sombra del bloque. Me fascinó enseguida. Una instrumental que me pareció totalmente novedosa, con cambios constantes de ritmo. Unos textos que aun guardando algo de egotrip no parecían serlo porque hablaban de algo distinto. Alejado del chuleo pero no de la frescura, la manera que tenían de intercalarse los emcees daba una vitalidad añadida al ritmo, evocando a los clásicos Beastie Boys. Aquello me dejó a cuadros y como a mis catorce años aún me era bastante difícil adquirir discos tuve que quedarme con esa única referencia durante un buen tiempo.



          Un año más tarde, preciso, a finales de octubre del 2003, me había montado en el bus para ir a Girona ciudad, comprar unos cuantos sprays, una sudadera Puma a la que hacía tiempo que le había echado el ojo y darme un paseo para ver las novedades del Graffiti local. Cuando llegué a la tienda (la malograda Flashback) me puse a ver si encontraba discos recién salidos del horno. Y ahí apareció, detrás de una fila de 6 o 7 álbumes, una caja de plástico con una fotografía de un puñado de techos con sus antenas en portada. Leo el nombre del disco y dice 'Punto Final: Una selva de ambiente stereo'. Me dije ''hostias!, los del tema de la sombra del bloque'' y decidí comprarme el disco. Pasé de la pintura, porque temía perderme la sudadera en su talla ideal, aunque a los 3 meses me había encogido y parecía un pobre cani cuando me la enfundaba. Si lo de la ropa fue una putada, lo del disco me salió de perlas. Recuerdo que el tendero, Sarmiento, que ahora publicará disco de reggae (¡cómo pasa el tiempo!), flipó que con mis 16 años apenas cumplidos me decidiera por algo tan 'difícil'. Le dije que me gustaron en el temita aquel y me dijo que aquello era mejor. Y lo fue.

          Llegué a casa y encendí la cadena. Tenía que catar ese nuevo premio. Recuerdo que la intro del disco fue algo que no logré asimilar. El ruido de polvo de la aguja del vinilo durante minuto y medio. Menuda locura era eso. ¿Qué le pasaba al disco? ¿Me lo habían vendido rallado? Me apresuré a pasar al siguiente corte y lo que vino después de eso fue otro cantar -nunca mejor dicho-. Llego 'La mejor media hora de mi vida' con una entrada de un ritmo taladreante que se alargaba durante un minuto y que todavía hoy me sigue haciendo esperar con ansia que salgan los emcees. Como en un concierto, pero a miles de kilómetros de distancia. Sus rapeos volvían a ser igual de frescos, pero se adaptan sobre ritmos bastante distintos entre sí. Los textos han cogido forma y profundidad, sosteniendo un discurso mucho más sólido y elaborado respecto a la referencia anterior. En este tema se intuye además cierta influencia del rock, pero mucho más experimental. Aunque para experimental el siguiente tema: Acción antrópica, que repetía la fórmula inicial de la espera, pero que recuperaba la alternancia de los emcees, recurso habitual del grupo y que uno agradece, acostumbrado a los párrafos de minuto y medio tan difíciles de digerir. La canción queda envuelta en un sinfín de instrumentos y cambios de ritmo. A eso hay que unir la feroz crítica al maltrato ambiental por parte de gobiernos y organizaciones no lucrativas (pese a representar lo contrario).


          'El tiempo en marcha' es la siguiente canción, que paradójicamente, viene a frenar un poco el ritmo trepidante con el que arranca el disco. El sonido pasa a ser algo mucho más sugerente y sensual, como si fuera “el ritmo de un cha-cha-cha” que diría Paco, el único MC que interviene en este corte. Aunque a simple vista puede parecer una canción minimalista, si uno agudiza el oído se da cuenta de lo lograda que está la batería del ritmo (uno de los aspectos que más mima el grupo) y de la cantidad de instrumentos que se van dando cita a lo largo de estos cuatro minutos -de los setenta y pico minutos, en realidad-. Tras oír este tema, te puedes dar cuenta de que no estás ante el típico continuum de instrumentales con bombo, caja y melodía. Aquí hay un concienzudo trabajo musical. Y textual, porque a estas alturas parece muy difícil no hacer un disco de rap sin caer en los tópicos líricos del género. Tras ese fogonazo inicial, aparece el clásico skit del compacto, en el que Punto Final reúne varias grabaciones de las canciones de su maqueta Toma Conciencia (1995) en la misma calidad sonora que debía tener en realidad la cinta original, dando constancia de que no sólo el Recreativo es un decano nacional que viene de Huelva, ¡con un par!

          Al hilo de ese skit, tenemos 'PF crew', que es el clásico canto nostálgico a los viejos tiempos que tantas veces se ha hecho en el rap español. Si bien normalmente suelen recaer en los mediados de los noventa y aquí lo hace en 1988, cuando se formó la banda. Además, el hecho de llamarse 'crew' implica bastante más que una dedicación al rap, porque ese nombre es el que utilizan los grupos de Graffiti o Breakdance, muy presentes en los inicios de los onubenses. Para diferenciarse más aún de ese concepto tópico, el ritmo sigue la estela del corte anterior con ese carácter más bien melódico pero que esta vez evocaba a los coros que se hacían en los parques para que los breakers siguieran un compás. Las flautas le aportan un aire mucho más simpático al tema, huyendo de lo rudo que puede hacerse a menudo lo sintético. Los tres raperos vuelven a alternarse en el micrófono, como si fueran b-boys ejectuando sus movimientos uno tras otro. Pero ese formato desaparecerá en el séptimo track 'Superego', un verdadero desahogo para cada uno de ellos, que les permite atacar al micrófono durante un minuto. Aunque, sinceramente, no me queda muy claro de qué trata la canción, uno parece asistir a una verdadera terapia frente al papel, una redención a través de las palabras. Por eso se produce una pausa entre los fragmentos, para poder coger aire y prepararse para lo que viene. De esta forma se explica que la estructura de los textos es simétrica en los tres casos: se entra con calma pero progresivamente las palabras se van envolviendo en rabia. Los múltiples cambios del ritmo que se producen señalan mucho más el paso de una actitud a otra. Aunque, a decir verdad, el ritmo ya se había cambiado de inicio. El formato de la base es inusual, porque carece de golpes de caja, excepto en el tramo final del rapeo de Paco. Como cuentan ellos mismos en los tracks que han subido a YouTube -un hecho cuanto menos curioso-, la colaboración en el contrabajo la hace el Sr. Sombra, que se marca unos solos entre fragmentos.

          A continuación nos encontramos con 'Hijos de padres...', el temazo en solitario que se marca Pepe Toscano. Esta vez la entrada del texto es inmediata, con la única compañía de una melodía elegante con la que se evoca al pasado. Tras los primeros versos, entra la batería con el toque pegadizo tan de costumbre en el grupo, ideal para la exhibición de flow del emcee, que se adapta al tempo y sus cambios a distintas velocidades. La canción trata de nuevo acerca del pasado pero desde una visión mucho más íntima, centrándose más en la superación personal y la adaptación al medio, aunque reivindicando precisamente eso, que nadie le ha regalado nada y bien orgulloso que se siente de ello. Pero para muestra de orgullo, la obra maestra del disco, 'El espejo', seguramente su pieza más singular. La canción fue realizada con la colaboración de N-fecto, es decir, ellos mismos, que cuando no lo sabes te parece algo muy logrado, pero si te enteras de quién se trata, valoras muchísimo más el trabajo, aunque sigue sonando a burla lo de colaborar con ellos mismos. 'El espejo' en el que el oyente se mira es un auténtico tema de los de antes: rapeos sobre un ritmo electro-funk, nuevamente con la alternancia en el micrófono y las palmas bien marcadas, al igual que esos coros de parque de 'PF crew', de los que la banda aún no quiere salir. Este track representa la esencia del disco, que se mantiene fiel al pasado pero avanzadísimo a su tiempo.


          Tras esa sacudida para los Breakdancers, llega 'Esel', un tema mucho más íntimo, en el que sólo rapea Peláez, yendo más allá de lo que pretendía 'Superego': a mi entender, la ambigüedad del texto habla principalmente sobre cómo escudarse en el Hip-hop para liberarse uno mismo, que como deja claro un track así, no es poco. A su vez, asumiendo lo que hizo, se puede reconocer en el presente. Al sugerente ritmo de Davo que evoca a los redobles de tambores de guerra, hay que añadir los increíbles scratches de Spínola, que como descubre el propio grupo, se hicieron con un pedal multifunción de guitarra conectado a los giradiscos para generar ese efecto wah-wah. Después de una innovación así, sólo podía venir el acabóse. El track número 11, 'Andalusito', es el que cuenta con un mayor número de colaboraciones, que tras lo visto en los diez temas anteriores, no podía deparar algo normalito. Si bien sólo rapea Pepe Toscano, cuenta con otra presencia vocal, Manué Amaya, que tiene ese papel de 'cantaor' tan arraigado al sur. Lo que se produce en esta canción es algo curioso: por un lado, se trata de una reivindicación de la grandeza de Andalucía, de la que ellos también forman parte, aportando su granito de arena. Por otro lado, casi parece una paradoja que algo tan alejado de la música tradicionalmente andaluza pueda incluir constantes referencias del arte sureño e incluso, considerarse como tal. Es una forma de decir que se sienten orgullosos de la cultura andaluza y sí, pretenden ser parte de ella, pero a su manera. La singularidad se extiende al tipo de compás, de 6/8 (escaso en canciones de rap) y a las colaboraciones, en que Sombra sigue con esos finos acompañamientos de guitarra y bajo, los scratches y el taconeo son del primer dj que tuvo el grupo, LaloMalo. Hasta Pepe hizo una aportación con el cajón, para cerrar el elenco de participantes, que deja claro que el sur trabaja bien en equipo.

        A continuación llega 'Tal y cual', un tema en el que la alternancia de los emcees se convierte en una conversación entre colegas que se reúnen en el bar para contarse sus rutinas. Como suele ocurrir en este tipo de situaciones, las intervenciones son breves y se enlazan una tras otra. Por eso mismo, cada uno de ellos suelta una sola frase, de un verso o dos, y da paso al siguiente. La batería del ritmo vuelve a ser fantástica, acompañada de los -para nada clásicos- scratches y como a lo largo del disco, no hay estribillo. Para terminar, Punto Final lleva a cabo parte de lo que predica en algunos de los temas del álbum. Los onubenses echan la vista atrás para agradecer y homenajear aquello que les dio el espaldarazo definitivo en su carrera, el estupendo 'A la sombra del bloque' al que me referí al principio. Este disco supone para el grupo una voluntad de ir mucho más allá en lo que viene siendo el rap. Sin embargo, esa evolución también la quieren aplicar a ellos mismos, por eso reeditan su clásico, que era algo un poco más convencional, para pasarlo por el nuevo filtro de su selva de ambiente stereo. Se lo montan tan bien con la colaboración que se permiten hacer la diferencia entre el típico remix y la aportación de algo nuevo, que en este caso es la participación del Sr. Sombra, como se indica en el título, 'El Sombra en el bloque'. Una vez el grupo se reafirma pero a la vez ironiza sobre su pasado, concluye el álbum con el skit 'Eclipse', un puñado de ruidos raros como los de la intro y como los que ha sabido mezclar tan bien en los 13 cortes anteriores.

         He ahí pues el análisis estilístico de 'Una selva de ambiente stereo'. Ahora quizás deba hablar de lo que significa para mí. Lo compré con 16 años y aquello fue un verdadero fogonazo en el que vi algo inimaginable. Sigo sin saber cómo pero creo que crecí de golpe al escucharlo. Lo hice musicalmente, sí. Aunque también crecí yo mismo, porque al fin y al cabo, uno crece en relación a las experiencias artísticas que va pasando. A menudo la gente cuando recuerda una época lo hace diciendo cosas como ''yo en 2005 escuchaba punk''. Pues yo en 2003 escuchaba Punto Final y mira si son buenos que en 2011 aún van sonando en mi coche. Es curioso pero ponerme el CD es volver al 2003 y mirar hacia el futuro al mismo tiempo. Seguramente es un álbum totalmente avanzado a sus días y que se conserva como impropio de una tendencia, por eso cuesta situarlo en algún año. Del mismo modo, esa manera tan meditada de crear música y el hecho de desmarcarse tanto de lo establecido supusieron un cambio de chip para mí, que me llevó a seguir por la línea que llevaba y seguir ''contando lo que nadie tiene en cuenta'', como Punto Final.

4 comentarios:

  1. Una lastima ke casi nadie los conozca, pero total, no los iban a entender.

    ResponderEliminar
  2. Totalmente de acuerdo con lo que has expuesto! Yo también los descubrí por a la sombra del bloque, el cual venía en un cd de la revista Hip Hop Nation junto a un tema de Dobleache xDD (supongo que sería allá por el 2001 ó 2002)... A raíz de eso, me compré el vinilo de Una Selva de Ambiente Stereo en Barcelona. Yo también lo escucho en el coche casi todos los días, o en mi casa, no me cansaré de escucharlos!
    GRANDES PUNTO FINAL!!

    ResponderEliminar
  3. Gracias por los comentarios, Huzkey y Siul.

    Sí, es una pena que no se les conozca demasiado. Menos mal que aún estamos nosotros escuchándoles. Quizás así los disfrutamos incluso más

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar