miércoles, 9 de febrero de 2011

Carta de Presentación Académica

       En uno de los revolcones que mi padre tenía (y que supongo que aún sigue teniendo) con mi madre, olvidaron el látex y el espermatozoide llegó al óvulo. Así nueves meses después, en octubre del 87 aparecí yo, como quien no quiere la cosa, al igual que tantas otras vidas. Mi infancia también transcurrió de un modo parecido al de los demás críos: de la cama al cole, del cole al fútbol, del fútbol a la cena y de la cena a la cama. Las pocas diferencias que creo que tenía son una cierta fobia social y algo más de ganas de sacar algún provecho del colegio. Cuando con doce llegué al instituto, logré concretar más en ese provecho, que se centró en lo académico y no en lo didáctico, como la mayoría de adolescentes en Secundaria, vaya. No fue hasta la llegada a la universidad cuando realmente creí estudiar algo interesante. Pese a llevar un buen ritmo con el plan de estudios, en esas sigo, intentando acabar una carrera que ya de por sí es eterna. A esa breve descripción cronológica, añadiré que me llamo Marc, nací en un pueblo en la costa de Girona, curso quinto de las Filologías Hispánica y Catalana, y que me gusta el fútbol en especial y el deporte en general, la música, la literatura, el cine y alguna otra forma de arte.

       Como descripción académica la mía funciona bastante bien, pero como todo lo académico desprende siempre un aroma a rancio que echa para atrás, yo no podía contentarme con esto. Es evidente que todos tenemos unos rasgos comunes en lo social, básicamente porque todos pasamos por los mismos aros. Todos llevamos esa descripción académica bajo el brazo, que no es más que la imagen adulta del molesto traje de los domingos que nos tocaba para ir a catequesis. Quiero mostrar una imagen distinta de mí pero no puedo, porque se requiere esa versión estándar para ser presentable

      Hablaba de rasgos comunes. Pero también deben existir otros rasgos, los distintivos. Algo debe haber que nos diferencie y no precisamente el código del DNI, una de las banderas de alienación que el hombre actual agita como si fuera símbolo de libertad. Me repulsa la idea no ya de clonación sino de fotocopia humana. Me parece necesario reivindicar la existencia única y sobre todo, distinta del ser humano. Con ese propósito empieza mi blog, que he titulado Mi cara B, porque estoy bastante harto de que siempre que se coge el boli Bic para rebobinar sea para volver a oír esa musiquilla barata y convencional. Yo quiero que oigáis mi batería, mi solo de guitarra y mi grito desgarrador. Bienvenidos al Heavy Metal de mi vida.

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